Viento amigo
Caer en la trampa que nos impone el sistema social en el que estamos inmersos, es lo más común. Todo funciona así, inalterablemente, desde los primeros inicios de nuestra consciencia. Aunque se intente virar el rumbo preestablecido a lo largo de la vida, siempre gana el viento. Ese viento invisible, que nos envuelve desde el nacimiento hasta la muerte; y que es fiel testigo de nuestros impredecibles cambios de rumbo. En algún momento de nuestro destino común, creemos poder dominarlo. Cabalgando en la cresta de su furia, cual avezado jinete de la ilusión. Rolamos en contra de nuestra calma. Encolerizados por la impotencia de poder mutar nuestros inalterables genes.
Esos momentos de calma y felicidad, tan deseados por cualquiera de nosotros, serían más reales, sí en vez de querer dominar al viento, nos dejásemos llevar por él. Como aquella cometa (recuerdo de nuestra niñez) que lo buscaba como amigo, para poder volar en paz; aprovechando el generoso destino de su fuerza.
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