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Sobre la captación de turismo cinegético para Asturias

2 de Diciembre del 2014 - Eduardo Bros Martínez (Oviedo)

La referencia de Asturias como destino de un turismo polivalente, de alto nivel adquisitivo que complemente experiencias derivadas del ocio y tiempo libre con la actividad cinegética es una marca, como señuelo, que empieza a incentivarse a través de significados eventos promocionales, con la finalidad puesta en captar un mercado gradual continuista específico.

Se trata de una apuesta por un proyecto real importante que conviene resaltar, cuando tal vez ya no surta el efecto deseado. Quizás el tiempo de este patrocinio publicitario -el mensaje de comunicación que nos traslada la Administración regional, el sector profesional del turismo, la propia Federación Asturiana de Caza y cierto intrusismo oportunista externo- esté fuera de plazo por el significado retraso de su puesta en escena. Un procedimiento tardío que, a su pesar, de llevarse a cabo, luchará en clara desventaja contra la corriente generalista de la prolífica publicidad cinegética instalada desde antaño, fuertemente consolidada, que emite la estructura programática de un compendio de diversas instituciones públicas que no son asturianas precisamente, las cuales han apostado, desde su responsabilidad civil y política, en su lugar de origen, por un sistema elitista integral, organizado en torno a la comercialización y aprovechamiento cinegéticos.

Tal y como están las cosas en materia legislativa, en cuanto a la caza asturiana se refiere, para que estas circunstancias concurran y surtan efecto haría falta dar un giro radical a los estereotipos que mueven a la política cinegética que se ejerce aquí. Maniobra compleja de llevarla a cabo; ofrece serias dudas su realización, más que nada por su enorme transcendencia y repercusión. Una ley de Asturias de la Caza, normativa singular donde las haya, suficientemente intervencionista, garante por sí misma de la igualdad de oportunidades para todos los cazadores, lo impide. El asunto de fondo, caso de concretarse cambios en aspectos sustanciales, contradictorios con lo que demandan los cazadores asturianos, supondría una quiebra drástica; revertir los valores tradicionales históricos que adornan y de los que hace gala la venatoria asturiana.

El mantenimiento sin menoscabo y protección de la caza social en Asturias es una labor de conjunto, en donde parece que algunos flaquean; corresponde a todos defenderla sin ningún tipo de fisuras, incluido el sector turístico, hasta ahora desentendido en esta región de este compromiso, soportando los furibundos rigores de una crisis económica que tratan de paliar reivindicando la urgente necesidad de concentrar en sus organizaciones una superior actividad derivada de los recursos cinegéticos que Asturias puede ofrecer.

Es cuando menos cuestionable la posibilidad del proceso mentado, toda vez que de concretarse su finalidad en aspectos tangibles añadiría incertidumbre a la capacidad de poder sustentar la configuración del estado participativo de la caza modesta, una inmensa mayoría, en beneficio de unos pocos. Sería volver a un pasado que creíamos olvidado.

El fuerte dinamismo que por sí misma desarrolla la caza en la comunidad asturiana es sinónimo de eficaces prestaciones a todo un amplio elenco de industrias, elementos sociales y el mundo rural. Los gremios hostelero y hotelero reciben de la caza asturiana infinidad de apoyos; es muy importante la continuidad de esta estrecha relación y acrecentarla, si ello fuese posible. Debe potenciarse este vínculo. No puede haber equívocos al respecto: la caza social es toda una garantía para la supervivencia de numerosos comercios locales. El turismo cinegético no es la solución al problema, puesto que no vendrá en la medida que se precisa, así ha sucedido siempre; tiene alicientes de sobra en otras zonas menos condicionantes.

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