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Habitaciones con migas

4 de Octubre del 2009 - Carlos Cuesta

Este verano ha estado presidido por la certidumbre de la crisis y la bajada de turistas. Los pronósticos de los analistas técnicos y económicos dieron en la diana, aunque se temía lo peor, y finalmente la cuestión no resultó tan negativa. De todas formas, el momento que vive el sector de la hostelería y la hotelería en esta sufrida y verde comunidad autónoma comienza a preocupar. El consumo se está reduciendo notablemente y eso supone menos beneficio para un gremio sacrificado y acostumbrado a hacer caja con cierta facilidad durante casi todo el año, especialmente en temporada vacacional. Pero este año el agosto fue tan benévolo y la caída en ocupación hotelera se dejó notar en muchos establecimientos del centro y las alas regionales, lugares idóneos para la frecuente pernoctación cuando se visita Asturias. En este aspecto sólo los campings cumplieron con unos objetivos marcados al comienzo del verano, lo que demuestra que estos campamentos de verano, si el tiempo lo permite, cada vez son más utilizados por los visitantes y aficionados al aire libre. El precio y la calidad de los servicios son cuestiones a tener en cuenta por los turistas. En lo que se refiere al turismo rural, la ocupación disminuyó en referencia a otros años, y los propietarios de estos inmuebles, a pesar de esa merma, mantuvieron el tipo con estoicismo y confiando en que la marea de la crisis llegue pronto a la necesaria calma.

Subtítulo: El sector hostelero y hotelero asturiano vive momentos que comienzan a ser preocupantes

Destacado: Lo importante es veranear; el comer es otro cantar y los restaurantes han comenzado a ver las orejas al lobo

El descenso de visitantes a Asturias en este verano cargado con la conciencia de la crisis económica afectó a los restaurantes, casas de comidas, tascas y tabernas, y en menor medida a las sidrerías. La gente sigue consumiendo producto regional, pero en el caso de las familias llega la necesidad de recortar el gasto como sea y aunque se almuerce de plato del día y no más por aquello del excesivo gasto, la cena se organiza en el hotel con infernillo si lo exige el momento y a base de bocadillos de mortadela y mejillones en escabeche, nada de jamón de Joselito ni ventrisca de bonito en conserva de Eutimio. En todo este ritual ahorrativo, los propietarios hoteleros nunca observaron tantas migas y vino en tetrabrik como este año. Auténticas habitaciones con migas con aromas de caldo peleón para sorpresa de la gobernanta del hotel y recelo de los restaurantistas que se quedaron sin servir miles de comidas por ese afán de ahorro del turista accidental ante la supervivencia de contar con unas vacaciones. Las familias son así, y también han pasado por estos tinglados muchas parejas jóvenes que no quieren dilapidar ni un euro con tal de disfrutar de un paisaje de ensueño, envolverse en hospitalidad astur y tomar unas botellas de buena sidra. Y lo mejor para el ahorro es evitar una de las comidas del día y algunos las dos, y cuando me refiero a comida es acudir a un restaurante, sentarse en una mesa y pedir lo que nos ofrece el camarero de turno, ya sea el plato diario o a la carta.

La crisis aprieta pero no ahoga. El ahorro manda y el consumo de verdad disminuye. Y también la picaresca ahorradora. Si una familia de cinco personas acude a un restaurante a las 14 horas de un día cualquiera de verano, sólo demanda tres platos del día y una ración de croquetas. Con este condumio se alimentan los cinco miembros familiares y el propietario a verlas venir y a demostrar su profesionalidad. Otra familia o un grupo de amigos hacen lo propio con el ahorro y piden en una sidrería tres tapas, conformadas por quesos asturianos, lacón relleno y pollo al ajillo. Y todos, en justicia distributiva consumen esas cortas viandas para la tropa veraniega y además una de sidra. Ejemplos palmarios como los que enumero están a la orden del día. Nadie quiere privarse de disfrutar de las cosas del comer y beber, pero siempre, en estos casos, hay que reducir por donde sea. Al final ese bocadillo socorrido de jamón york o de caballa barata para dar rienda suelta a un estómago cargado de razón necesaria, y en la habitación del hotel u hostal, se disfruta de unos bocados tranquilos mientras el personal se anima con el programa de la telebasura. Lo importante es veranear como sea. Ahora, el comer es otro cantar y los hosteleros de esta tierra individualista y sentimental comienzan a ver las orejas al lobo. Mientras haya migas en las piezas de los hoteles es síntoma de que hay turistas. Algo es algo!

Carlos Cuesta,

presidente de la Asociación Asturiana de Periodistas y Escritores de Turismo (ASPET)

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