Una precaria dimensión
Seres vivos y no vivos. Un antagonismo, que nos divide, y, a la vez, nos mantiene unidos por la columna vertebral de lo real e irreal.
Seres vivos, que día a día generan una energía propia y vital en los destinos de la humanidad. Que nada tienen que ver, con los otros destinos que son movidos por fuerzas superiores e inalcanzables para el propio ser humano, pero que nos dominan implacablemente.
Es probable, que toda esa energía que se produce cada vez que sale el sol, esté canalizada a través de ese triángulo de las Bermudas que reside en la otra cara de la realidad. Esa que no vemos ni palpamos. Pero que está ahí, dirigiéndonos a través de las ideas y actos que nos inculcaron, generación tras generación, y que inconscientemente nos acompañan, como así lo hace la propia Vía Láctea.
Un mundo global entre vivos y muertos, en el que convivimos, y que queda empañado por la precaria dimensión por la que nos movemos.
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