Vigilantes de la moral
Los lectores de LA NUEVA ESPAÑA estamos ansiosos por saber si los vigilantes de la moral, que hasta hace poco inundaban la sección de Cartas al Director por quítame allá ese euro del ojo ajeno, ven ahora la viga en el propio, y, que no sea el humo de la cocina, que Gabino tenía en el Consistorio municipal, el que ciegue sus ojos. Iglesias Caunedo, como producto final de los fogones gabinistas, se ve bien. También esperamos que la cocina hubiera sido económica, porque como las fundaciones, fue pagada con dinero público para asuntos privados.
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