Ríanse, por favor, ríanse más
Nos quejamos mucho, y constantemente. Y no me refiero a quienes tienen razones sobradas y de peso para hacerlo. Me refiero a las quejas pequeñas, miserables, algo exageradas o directamente estúpidas. Tengo compañeros en la universidad que se quejan cuando nos ponen como tarea leer un libro. Lo juro. Parece ser que la línea de cercanías que pasa por mi pueblo funciona fatal, siempre. Pero por razones que no me explico en los tres años que hace que vivo aquí ni un solo día he llegado tarde al trabajo. Nunca. Los aviones de las líneas aéreas low cost son pequeños, los asientos incómodos, y literalmente no regalan ni un vaso de agua. Es todo cierto. Pero así apretaditos, bebidos de casa, con poco equipaje y a bajo precio mi chico y yo hemos podido viajar a algunas ciudades europeas, gracias a estas denostadas compañías. Lees las cartas de los lectores en los periódicos y parece que el mundo está lleno de mierdas de perro. Pero hay una legión de propietarios responsables que salen a la calle con su bolsita recoge caca.
Basta. Ya basta. Quejarse, señores y señoras, es opcional, no tenemos obligación ninguna de andar por la vida sacando defectos a todo. Pensando más en lo que no tenemos que disfrutando de lo que sí tenemos. Viendo la botella medio vacía, en lugar de medio llena. Ríanse, por favor, ríanse. Para empezar, de ustedes mismos. Y cuando alguien les salude con el habitual hola que tal, respondan que muy muy bien, con una gran sonrisa. Hagan la prueba. Deseen buenos días a quien les vende el pan, pero con ganas, con intención. Hagan también la prueba. El mundo se convierte en un lugar mejor, más luminoso y mucho más relajado. Puede que algún estrecho de miras me tome por enajenada, simple o irresponsable, pero será problema suyo. Que ellos sigan ahí en su mundo gris, triste y enfurruñado. En el mío la luz es espectacular.
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