Miserias políticas
Ni cauto ni precavido el Gobierno de Rajoy, con escasas excepciones, se tira a la piscina en defensa de uno de sus miembros y, como se oía venir, el continente estaba vacío de contenido pero lleno de paradisíacas sociedades offshore con sabor a plátano de Canarias. El mamporrazo, uno más en esta legislatura aciaga para los intereses conservadores, tuvo efectos fatídicos para el ya exministro Soria cuyo cadáver político será incinerado en las Islas a petición del propio interesado. Es de prever que las cenizas, aún calientes, acaben ocupando sillón giratorio en alguna empresa del ramo energético a las que con tanto mimo dedicó sus esfuerzos ministeriales. Entre incruento dolor y piadoso adiós, el sector de la minería carbonífera canta loas de réquiem por su eterno descanso.
Coincidente en el tiempo, aunque con funciones políticas distintas, el alcalde de Granada, ahí es nada, está a punto de exhalar su último suspiro urbanístico al frente de esa Corporación municipal. El regidor en cuestión alude, en el pliego de descargo, a su condición de socio fundador de la organización conservadora para no entregar el bastón de mando y el carnet de pertenencia. Obvio es decir que al igual que todos los implicados en casos de corrupción, él está limpio de todo pecado. Otro patriota, bandera en ristre, que al amparo de un partido político se aprovecha para aumentar las cifras de millar o de millón de su cuenta particular. Siempre presuntamente, claro está.
Y qué decir del defraudador mayor del reino de España (al menos por la responsabilidad que le otorgó en su día la soberanía popular). Pues nada, lo dicen todo la foto de las Azores y las imágenes de archivo del bodorrio de su hija. ¡Vaya tronío! No tienen desperdicio. Sólo un par de preocupaciones embargan mi ser: ¿al señor Aznar se le habrán ido las ganas de dar lecciones de moral y política liberal? ¿Aparecerá algún día ante sus correligionarios, perchero bufanda, mesando su bien cuidada cabellera al tiempo que frunce el ceño y levanta el dedo acusador?
Y a todo esto don Pablo Iglesias le pone música de sordina. Enfrascado en política de altos vuelos y objetivos sublimes, el dirigente de Podemos no acaba de poner los pies en el suelo de esta tierra calcinada por la corrupción política y empresarial. También los socios fundadores de este joven partido se equivocan. Hay veces que un político ha de saber discernir entre lo necesario y lo urgente. La corrupción, en un sentido más amplio, incide en el paro y el paro en la decencia social; porque indecente es una sociedad que no puede dar trabajo a sus hijos. Aún reconociendo que su programa político está lleno de buenas intenciones y pueden tener razón en algunos aspectos controvertidos de carácter territorial, la realidad es que España no puede soportar por más tiempo tal cúmulo de miseria política.
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