Sobre Margarita Marroquín
Leo en LA NUEVA ESPAÑA del 2 de junio –en relación con ese hiperbólico "mayor caso de corrupción en Asturias"– críticas a altos funcionarios del Principado, como es el caso de Margarita González Marroquín, por el tono de sus informes en sede judicial.
Y las críticas vienen del letrado de la corrupta Renedo (me niego, cueste lo que me cueste, a la puritana, cursi y políticamente correcta aplicación del "presunta"), letrado que tiene los redaños de pedir correcciones disciplinarias como consecuencia de dichos informes.
Sirvan estas pocas líneas para contestar a este letrado –que, seguramente, cumple con su obligación de amparo a ultranza de su defendida– y seguir sosteniendo, frente a todos los que por puro sectarismo político están dispuestos a sacrificar a todos los funcionarios del Principado de Asturias, que no es cierto que exista una trama de corrupción administrativa. Que esta enferma, adicta al dinero y a la moda, no pertenecía a ninguna trama –ni administrativa ni política– conocida entre los funcionarios; que sus tacones, sus gafas de diseño, sus vestidos o sus peinados ofenden a funcionarios y funcionarias, que llevan años negando ante sus familiares, amigos y vecinos esta supuesta trama de corrupción de mierda.
Que los que hemos discutido con Margarita Marroquín –en su papel de interventora general– por lo que creíamos excesos en materia de fiscalización, la típica visión del gestor frente al interventor, estamos a su lado, suscribiendo sus "manifestaciones insultantes" frente a la corrupta Renedo (sin presunción alguna) y a su hipersensible y virginal letrado.
Somos muchos –miles– los servidores públicos del Principado de Asturias que seguimos sorprendidos este proceso, que negamos la existencia de tramas institucionales, que nos oponemos a la utilización partidista de una funcionaria de la que nos avergonzamos y que defenderemos la dedicación al servicio público –36 años el que suscribe– en condiciones, situaciones, lugares, dedicaciones y sueldos que no merecen una crítica tan banal, arbitraria y manipulada políticamente.
Alberto Vizcaíno, servidor público del Principado
Oviedo
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