La Nueva España » Cartas de los lectores » Tribuna » Acoso moral al médico

Acoso moral al médico

19 de Septiembre del 2016 - Prof. Dr. José Antonio Flórez Lozano

Las grandes instituciones como hospitales y centros de salud, con mucha sobrecarga de trabajo y responsabilidad, son proclives a que surja con intensidad el acoso moral al médico. Líderes, jefes, compañeros, pacientes y familiares participan en este festín del acoso moral al médico y, además, cualquiera de ellos puede ser víctima y quedar atrapado en la telaraña del acoso. Se trata de una conducta hostil o vejatoria reiterada frente al médico, una actitud que sigue aumentando. A largo plazo, sus consecuencias se extienden desde el absentismo, aumento de errores médicos y retrasos hasta diversas repercusiones en la salud de los afectados: depresión, angustia, ansiedad, miedos, inseguridad, cefaleas, polialgias, fatiga, trastornos digestivos, etcétera. Un médico describía su caso: "Me encuentro en una situación de incapacidad laboral transitoria por síndrome de burnout. Me consta que existe alguna sentencia que lo ha reconocido como accidente laboral. ¿Puedo alegar este síndrome para obtener la incapacidad?".

Desde el punto de vista legal, algunos juzgados han comenzado a estimar demandas en relación al "mobbing" o acoso laboral como accidente de trabajo. La baja laboral, en ocasiones, se produce por un trastorno adaptativo acompañado de una intensa ansiedad que se traduce en un gran desasosiego, malestar subjetivo, trastornos del sueño y gran tensión emocional. En el "Diario Médico" del 23 de enero de 2003, podemos leer que la baja laboral producida por la conflictividad laboral debida a las irregularidades del servicio en la distribución de turnos de guardia y días de libranza es accidente de trabajo. Así lo entendió una sentencia del Juzgado de lo social número 4 de Madrid. En este caso, el trastorno depresivo motivado por causas laborales fue considerado como accidente de trabajo.

Se trataba de una facultativa que fue discriminada sistemáticamente por el jefe de servicio. Como consecuencia a este acoso moral y psicológico, la médica fue diagnosticada por un equipo de salud mental. El cuadro clínico que presentaba respondía a un trastorno adaptativo que cristalizó en una reacción mixta de ansiedad y depresión. Durante su enfermedad, tuvo varias recaídas, siendo diagnosticada finalmente de estrés laboral, lo que se tradujo en última instancia en incapacidad temporal. En efecto, lo mismo que muchos casos, fueron la presión laboral ejercida por su jefe y su propia personalidad vulnerable a este tipo de agentes estresantes los que originaron un grave desequilibrio psíquico. Además, habría que subrayar en este caso el aislamiento social y profesional que le imposibilitaba acceder a sus actividades formativas e investigadoras, cercenando de esa forma su proceso de autorrealización y dañando gravemente su propia autoestima.

El acoso moral que sufrió esta médica por parte de sus superiores se tradujo en un trastorno ansioso-depresivo, diagnosticado en el propio servicio de urgencias del hospital donde trabajaba. Asimismo, es interesante subrayar los cambios que se están produciendo a este respecto en cuanto a la consideración jurídica del síndrome de burnout. En efecto, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) ha dictado una sentencia en la que reconoce como accidente de trabajo el suicido de una médica residente que se lanzó al vacío desde el noveno piso de un hospital. El sobreesfuerzo vinculado a su trabajo intenso en el hospital parece ser que actuó como un potente detonante para explicar el síndrome ansioso-depresivo que padeció y que cristalizó finalmente en una conducta autodestructiva fulminante. Por lo tanto, cada vez más, el burnout nos muestra la cara más despiadada de su poliédrica sintomatología. Hay que destacar también que la sociedad cada vez es más sensible a este tipo de patología laboral que produce efectos altamente estresantes entre el personal sanitario.

Asimismo, ya son varias las sentencias que reconocen el acoso laboral en el trabajo, es decir, que el "mobbing” es accidente laboral. El Tribunal Superior de Justicia de Navarra declaró que el "mobbing" se caracteriza por ser una forma de acoso en el trabajo en el que una persona o grupo de personas se comportan abusivamente con gestos, palabras o de otro modo que atentan a los empleados, con la consiguiente degradación del clima laboral. Por su parte, otras sentencias han declarado que el mobbing debe indemnizarse como daño moral. Las sentencias destacan el tipo de estrés que se da entre los profesionales sanitarios y el hecho de que este síndrome no aparece de forma súbita, sino como un continuum, un estrés de carácter crónico y silencioso que se experimenta progresivamente en el contexto laboral.

Un Juzgado social condenó al servicio de salud a indemnizar a un jefe de sección por los daños sufridos por acoso laboral. Este servicio mantuvo al reclamante recluido en un ambulatorio durante más de un año sin asignarle pacientes, lo que evidencia una clara actitud hostil. La sentencia dice: "Siendo tan patente la situación de conflicto, el servicio de salud no puso en marcha el protocolo de conciliación en situaciones de acoso laboral, excepto que deliberadamente no quisiera evaluar el daño psíquico y profesional del médico". El médico afectado, que trabajaba en un hospital, fue trasladado por decisión del gerente a un ambulatorio. Allí no tenía pacientes, no había enfermera, no había material profesional y tampoco podía asistir a cursos de formación. El Juzgado social consideró flagrante el incumplimiento de la normativa de prevención de riesgos laborales. El fallo del juzgado calificó la actitud del servicio de salud como una conducta "pluriofensiva" que vulneró intencionadamente la dignidad del facultativo. Todo un comportamiento típico de acoso laboral o "mobbing".

En fin, en las instituciones hospitalarias, tal vez por una organización deshumanizante y por una promoción lenta e injusta, la conducta de acoso y hostilidad del "mobbing" se repite una y otra vez, la presión psicológica puede ser constante y, además, es denigrante con el fin de que abandone la empresa a un coste cero o se interrumpa su carrera profesional. Se trata de un plan de autoeliminación laboral que consiste básicamente en turnos nocturnos, férreo control en sus ausencias al lavabo, producirle un vacío dentro de la institución (por ejemplo, marchar todos cuando se acerca la víctima), imputarle ante los compañeros todos los males de la organización o el servicio, no considerar sus propuestas, actitudes humillantes del grupo, ausencia de reconocimiento en cuanto a su valía profesional, silencios informativos, falta de comunicación, de consideración, etcétera.

En otro caso, en concreto, al médico se le había restringido el uso y acceso a los medios informáticos, se le suprimió el complemento de productividad y se difundieron acerca de él falsos rumores sobre su vida íntima y personal y también sobre su competencia profesional. Un estrés psicológico crónico capaz de disminuir su enriquecimiento personal, su equilibrio emocional y su dinamismo familiar. Al final se llega a producir incapacidad laboral (¡y esto es especialmente grave!), porque ¿cuántos médicos se encontrarán en este trance?

En estos casos, por lo tanto, hay una historia muy angustiosa en la que la realidad y los tormentos psíquicos de nuestro gran protagonista se mezclan componiendo un todo inasible, una capa de agobio, malestar, disconformidad y desaliento ciertamente desasosegantes, debido a ese entorno de acoso y de dirigismo sin límites, capaz de reventar el equilibrio nervioso de cualquier ser humano y de apagar el sol de la sonrisa, germinando a su alrededor un horizonte de tristeza, desmotivación y desaliento. Y su pensamiento es invadido por ese tono vital melancólico (¡aquí no hay nada que hacer!, ¡no quiero saber nada de nada!, ¡sólo quiero pasar!, ¡que nadie se acuerde de mí!, ¡ya no me interesa nada!, ¡mi carrera se ha terminado!). Todo ello genera disfunciones en la esfera psíquica: dependencia emocional, baja autoestima, desconfianza, desmotivación, angustia, introversión exacerbada, irritabilidad, ansiedad y falta de habilidades sociales.

Aproximadamente, un 66 por ciento de los médicos que sufren este tipo de acoso en su medio laboral (servicio, departamento, centro de salud, hospital) evidencian síntomas depresivos y un profundo malestar ante los múltiples hechos de humillación y marginalidad. Por eso es necesario potenciar la seguridad de la higiene y de la salud de los trabajadores, un objetivo que no puede subordinarse a consideraciones económicas (Directiva 93/104 e interpretación jurisprudencial del Tribunal de Luxemburgo).

Pero, además, el acoso moral y/o psicológico activa una imagen de sí mismo muy negativa (pesimismo defensivo). Esto explica el desequilibrio emocional grave que se produce en el médico (problemas emocionales frecuentemente ocultados) y que se revela con contundencia en las tasas superiores respecto a la población general en índices de alcoholismo, automedicación, adicción a drogas, conflictos matrimoniales, perturbaciones psicológicas y trastornos psiquiátricos (depresión y suicidio). Asimismo, las tasas de morbimortalidad por enfermedad cardiovascular, la cirrosis hepática y los accidentes de tráfico son tres veces más altos entre los médicos que en la población general. Además, el burnout es ya la tercera causa de enfermedad profesional y es preocupante que las estadísticas digan que hay un 5 por ciento de profesionales médicos que son absolutamente irrecuperables.

Los mayores determinantes del síndrome son: baja implicación laboral, escaso nivel de autonomía, indefinición de tareas, malestar físico, elevada presión en el trabajo, ausencia de apoyo en la supervisión y/o dirección, rutina y excesiva burocratización. La falta de soporte social, tanto dentro como fuera del trabajo, posibilita, por otra parte, la aparición e intensificación de este síndrome. Aproximadamente un 60 por ciento de los médicos lo han sufrido en algún momento de su vida profesional. La falta de tiempo y la necesidad de que el médico adquiera habilidades de comunicación, empatía y autocontrol emocional es esencial para garantizar un mecanismo de defensa eficaz frente al burnout.

Asimismo, es prioritario generar una buena atmósfera de equipo, un óptimo liderazgo y una agenda asistencial que permita un rendimiento adecuado, al tiempo que se ha de potenciar la formación continuada dentro de la propia jornada laboral. Pocas profesiones exigen un esfuerzo motivacional y vocacional comparable al de los médicos. Un gran índice de exigencias, de labor intensa y de alta responsabilidad, de atención polarizada se le exige continuamente al médico. Además, ha de sobreponerse a su fatigoso trabajo exhibiendo cualidades de empatía, amabilidad, generosidad, prestancia, atención intensa, escucha, compasión, ternura, paciencia, educación, sensibilidad, afectividad, etcétera, cualidades psicológicas que son necesarias para tratar al paciente, antes que a la propia enfermedad.

Pero esta reacción psicológica que antaño mantenía el equilibrio, la satisfacción y el impulso vocacional del médico se ha venido abajo. Quizá ésta sea la llave para explicar el estrés crónico del médico: "La velocidad de adaptación de los médicos a los cambios históricos y sociológicos ha sido menor que el propio ritmo de transformaciones de la realidad sanitaria". Además, el afán de compromiso, la entrega y pasión en su trabajo, a veces, le lleva a sentir como propios muchos de los problemas que sus pacientes le presentan. El médico, por lo tanto, puede ser fácilmente presa de ese estrés crónico que le conduce inexorablemente al burnout, y su estrés puede ser realmente extenuante, ya que invierte una gran cantidad de tiempo y se implica intensamente con pacientes y compañeros. Si a ello añadimos una personalidad perfeccionista y obsesiva, junto a otros rasgos típicos de la personalidad tales como una elevada autoexigencia y entrega exagerada en sus tareas profesionales, se convierte fácilmente en presa de esta enfermedad, lo cual le produce un desgaste anímico que puede ser determinante en enfermedades graves como el infarto de miocardio.

De ahí que recientemente el Juzgado de lo social número 10 de Sevilla haya reconocido en un médico de atención primaria que su fallecimiento a consecuencia de un infarto agudo de miocardio vinculado al síndrome de estar quemado fuera considerado como accidente de trabajo. La ayuda y comprensión del médico es esencial para garantizar su salud integral y la mejor calidad asistencial de los enfermos. La inversión económica, formativa e investigadora en este capítulo es fundamental.

El médico, como cualquier otro profesional, necesita ayuda profesional mediante programas continuados de prevención y control del burnout y una organización equilibrada y sensible que sepa detectar y escuchar sus necesidades y demandas. La salud del médico es, de alguna manera, la salud de todos los pacientes, las dos caras de una misma moneda. Convertir los rostros de malhumor en actitudes positivas y sonrientes ante el paciente es el gran objetivo de todos para garantizar una mejor calidad asistencial.

Cartas

Número de cartas: 45106

Número de cartas en Abril: 122

Tribunas

Número de tribunas: 2036

Número de tribunas en Abril: 5

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador