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Las sentencias del salmón

20 de Diciembre del 2009 - José Luis Santos Toraño (Arriondas)

Las aguas bajan revueltas en los ríos asturianos con motivo de la nueva normativa para la pesca del salmón. En esta ocasión el refrán de «a río revuelto, ganancia de pescadores» parece que no se cumple, vistas las declaraciones que en los distintos medios hacen pescadores de todas las zonas de Asturias.

A las declaraciones o, más bien, afirmaciones que últimamente leo en la prensa quisiera referirme en esta carta.

Antes de empezar quiero decir que soy aficionado a la pesca desde niño, y en estos momentos tengo una licencia vigente que me permite pescar salmones cuando dé comienzo la temporada. Digo esto para los que leyendo esto me tachen de «ecologista», algo que, por otra parte, lo consideraría un elogio.

Afirmaciones leídas:

«Los que hicieron la normativa no saben de pesca».

Quiero pensar que a quien corresponde tomar decisiones, al margen de los conocimientos que sobre un tema concreto pueda tener, se asesorara por personas que sí posean esos conocimientos. Con esto quiero decir que no hace falta ser ningún «gurú» de la pesca del salmón para poder tomar decisiones encaminadas a su conservación.

«El cupo de salmones no debería ser por persona, sino por río».

Quien hace esta afirmación posiblemente es uno de los mejores pescadores de salmón de Asturias. Tiene varios «campanos» en su haber y, si no me equivoco, algún año fue el «Pichichi» de la temporada.

Comprendo perfectamente que el cupo de tres salmones por temporada le venga un poco escaso a este pescador, yo, si fuese alguien para darle un consejo, le diría que se fuese acostumbrando, porque los tiempos en los que una licencia de 3.000 pesetas era suficiente para poder matar 30 o 40 salmones o mucho me equivoco o se acabaron.

«Los ríos no están masificados, sufren una mala gestión».

En lo de que sufren una mala gestión puedo estar de acuerdo, en lo de que no están masificados me gustaría que quien hizo esta afirmación me dijera cómo llamaría al hecho de que en algunos de los principales lances de la zona libre del Sella (hablo del Sella, que es lo que conozco) a las 6.30 de la mañana se pueden reunir más de veinte pescadores para sortear los turnos de 30 minutos que les corresponden a cada uno.

«La normativa perjudica al sector, al turismo y a todos los negocios relacionados con él».

De buena duda nos saca quien afirma esto. Podríamos decir que todo esto son los daños colaterales, el problema principal me parece que lo tiene el salmón, y si no hay gallina, no hay huevos de oro.

«El Principado no se preocupa del río. Todo empieza a fallar con la falta de anguilas».

Esta afirmación tiene su lógica, si hay menos especies sobre las que depredar, las consecuencias las pagan las otras especies que quedan en el río.

El tema de las anguilas, para mí, ya pasó de preocupante a vergonzoso, pero parece que es un problema menor. No estaría de más que todas esas voces autorizadas que tanto ruido meten en contra de la normativa de pesca dedicasen un poco de esfuerzo a luchar por la recuperación de la anguila.

Alguien dijo que si la nueva normativa para la pesca del salmón seguía adelante, llenarían el río de pancartas. Propongo que una de esas pancartas diga «No a la pesca de la angula». Claro, lo que pasa es que no es políticamente correcto, los que pescan la angula no están en el mar del Norte, son nuestros vecinos y votan cada cuatro años.

«Las normativas de pesca son problemáticas y nunca resultan del gusto de todos, pero podría haber sido más restrictiva. Por ello, no creo que la gente deba protestar».

Según leo, quien esto afirma es el conocido pescador Luis Miguel Berrocal, «Henry». Como veis, es la única afirmación en la que nombro a su autor, y lo hago porque estoy completamente de acuerdo con ella.

Quisiera hacer también referencia en esta carta al «ribereñu» y a la «cultura del ribereñu», términos usados frecuentemente y siempre desde una óptica positiva, todo lo contrario a cuando se habla de «ecologistas», que con bastante frecuencia se utiliza peyorativamente.

No quiero generalizar, pero yo conocí y conozco a muchos ribereños (y subrayo lo de muchos) que fueron y son auténticos depredadores, acudían y acuden al río a por «pescáu» sin respetar cupos, tallas mínimas ni artes de pesca. A mí, particularmente, me merece más respeto y admiración el pescador que sin haber nacido ni vivido a la orilla del río acude a éste con una mentalidad más respetuosa y cuyo primer objetivo no es llenar la cesta de peces.

Termino esta carta animando a los que la lean a reflexionar.

El salmón es evidente que está en peligro, seguramente los motivos no son ni uno ni dos ni tres, sino la conjunción de varios factores, no sé cuál es la solución al problema, pero sí tengo bastante clara una cosa, y es que mientras no se encuentre una solución cada salmón que se mate supondrá una posibilidad menos de supervivencia.

Somos afortunados por tener en nuestros ríos una joya como es el salmón atlántico, esto es algo que hace que el río tenga otra dimensión, algo que lo hace diferente, sólo por eso ya estamos obligados a intentar evitar su desaparición.

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