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Verdugos con firma

13 de Enero del 2017 - Miguel Bretón Fernández (Avilés)

Si para intervenir en una edificación ajena se ha de ser mesurado, capacitado y respetuoso, cuando no es así las alteraciones pueden mutar a demoliciones, y es esta falta parcial o total de criterio, el caldo de cultivo perfecto para que este tipo de atentados contra el arte de la arquitectura sucedan: la Casa Guzmán, obra del gran arquitecto español Alejandro de la Sota, ha sido destruida.

Si cree usted que la educación es cara, pruebe con la ignorancia decía el que fue presidente de la Universidad de Harvard Derek Curtis Bok. Y así es. La educación nos da libertad de pensar, respetar y amar las cosas bien hechas. Una sociedad formada es una sociedad predispuesta a la libertad; lo contrario, un campo fértil para la tiranía y el pillaje. Cuando a la inteligencia se le dan buenas herramientas, el progreso avanza y la humanidad brilla.

La arquitectura es un bien social y necesario, por lo que este tipo de atentados contra sus obras más representativas escandalizan. ¿O acaso alguien se imagina demoler la Villa Tugendhat en Brno o la Casa de la Cascada en Pensilvania? Si a una edificación hay que respetarla, a una obra que alcanza el nivel de arquitectura aún más.

La Torre Eiffel fue denostada por sus conciudadanos en los tiempos de su construcción, pues veían en ella un amasijo de hierros muy lejos de la elegancia de París. La quisieron derribar, pero su utilidad para la instalación de antenas en su parte más alta le salvó. Hoy es el símbolo más reconocido de Francia.

Si ya es grave que la destrucción de la Casa Guzmán se haga al amparo de los caprichos de su propietario, con una Administración que lo permite, lo que no tiene ninguna explicación es que personas con una supuesta mínima formación, firmen y dirijan estas cosas.

Alejandro de la Sota es uno de los grandes arquitectos españoles del siglo XX. Maestro de maestros, aún se le tiene presente en la Escuela de Madrid tanto por su obra, como por la semilla que en muchos profesores dejó, simiente esta que aún perdura y se transmite de generación a generación a sus alumnos. Suya es una frase tan sencilla y humilde como lo fue su labor académica, como así nos cuentan quienes lo conocieron, en coherencia plena con sus magníficas obras:

Es artista aquel que sabe ver lo bello que hay en las cosas

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