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Sobre los profesores de Religión Católica

27 de Marzo del 2017 - Julio García García (Oviedo)

En la enseñanza existen una serie de asignaturas que son necesarias, fundamentales, como la Gramática, las Matemáticas, la Geografía, la Física, etcétera, para el desarrollo personal y social, y la vida y el progreso.

Pero en estas asignaturas no se dan respuestas directas sobre otras cuestiones que preocupan y se plantean todas las personas, como ¿de dónde procedo?, ¿existe un ser superior creador del mundo, de la vida, del hombre?, ¿termina la vida del hombre con la muerte, o existe una vida eterna?, ¿existen el bien y el mal como valores permanentes y universales, o todo es relativo y dependiente de la voluntad del hombre?, etcétera.

Y todas esas cuestiones son cosas fundamentales para nuestra vida. Y a todas esas preguntas da una respuesta razonable, razonada, fundamentada seriamente la doctrina de la Iglesia Católica. No se trata de leyendas, mitos, invenciones, elucubraciones o invenciones de interés de la Iglesia. Tampoco se trata de cosas solamente creíbles, ignorantes o crédulas. Por el contrario, son millones de personas de los más altos niveles intelectuales, profesionales, científicos los que profesan la fe católica. Y esta misión tan difícil, tan complicada y tan trascendente corresponde a los profesores de Religión.

Es evidente que estos profesores deben tener un nivel cultural y religioso al nivel del que tienen los demás en sus respectivas asignaturas. Y su preparación la adquieren a través de las instituciones de la Iglesia. Su función no consiste en una catequesis o un adoctrinamiento, pero tampoco es algo aséptico, pues el profesor debe procurar que sus alumnos, libremente, sin ninguna coacción, se sientan atraídos hacia el bien, la verdad y la belleza de la fe de Jesucristo que la Iglesia nos transmite.

En ningún caso debe considerarse esta asignatura como algo ajeno a la enseñanza, pues, además de su trascendencia en el orden sobrenatural, tiene una indudable importancia en el orden social como elemento de cohesión, de respeto, de paz y de solidaridad.

El nombramiento y cese de ese profesor corresponde a la autoridad de la Iglesia en sus respectivas diócesis. Y las reclamaciones contra los ceses deben resolverse exclusivamente en esa vía. No es correcto hacerlo ante otras jurisdicciones, y menos hacerlo en la prensa.

El profesor de Religión debe tener las mismas consideraciones que los demás en cuanto a retribución económica, elección de horarios, cargos y disposición del tiempo necesario para realizar sus programas.

Por otra parte, no debe olvidarse que la elección de esta enseñanza es decisión libre del alumno o de sus padres.

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