Alberto Polledo y el guerrillero Cadaval
Todo cuanto se escriba sobre los hombres y mujeres que intentaron huir de las Tropas de Búsqueda y Captura, una vez terminada la Guerra Civil, será poco.
Pronto medio siglo recorriendo, como periodista rural, los pueblos de los Valles del Trubia, Grado, Yernes-Tameza, Miranda, Somiedo y las Babias leonesas, sin contar la visita a diferentes archivos regionales y nacionales entrevistando a personas que habían estado en los dos bandos: “…una de las dos Españas ha de helarte el corazón…” (Antonio Machado).
Aquella búsqueda de datos y sentimientos encontrados (hoy ya irrealizable porque casi todos han desaparecido) me llevó a redactar “Matar para seguir viviendo” (tomado de un verso de Miguel Hernández) y dos novelas –ambientadas entre la realidad y la ficción–: “La sombra de un Dios ausente” y “Lobos de luna llena”, en la línea del escritor leonés Julio Llamazares.
Subtítulo: Dos novelas en una sola entrega
Destacado: Caminante de auroras y crepúsculos, ha ido anotando, detalle a detalle, todo cuanto le fue aconteciendo por esos montes y pueblos de Dios para, al final, darse cuenta del valioso bagaje cosechado
Sin embargo, sólo ha sido una tímida incursión porque se han quedado en el tintero cientos de páginas y dos docenas de cintas magnéticas que, algún día, las generaciones venideras y los estudiosos se encargarán de transcribir.
Algo parecido le ha ocurrido a Alberto Polledo. Caminante de auroras y crepúsculos, ha ido anotando, detalle a detalle, todo cuanto le fue aconteciendo por esos montes y pueblos de Dios para, al final, darse cuenta del valioso bagaje cosechado y en su soleado estudio de la plaza de San Miguel ir desgranando las espigas de escanda bajo forma de letras. Así nacen rutas turísticas y cristianas, pueblos, aldeas, caminos guías para unos y otros y… al fin –luego de proponérselo tantas veces, por su fértil cálamo muy apto para la narrativa– sale a la luz en loor y olor de lectores “Cadaval, la venganza de un guerrillero”.
Miren que son dos novelas en una sola entrega. No se lo pierdan. No está al uso este tipo de literatura, incluso para los que buscan las innovaciones; dos narraciones en una sola: Cadaval –es decir, Eugenio Sacristán Matarrasa–, sus venturas y desventuras entre odios, pasiones, miedos y venganzas, monte a monte en la lucha fratricida y la de Adrián –bajo las amenazas de la tía Adelaida que deseaba lavarle la boca con lejía–. Todo ello en el apacible valle de Sienra, allá por los años cincuenta aspirando en subirse a bordo del “Chulo del Cantábrico" con sus brillantes cañones y una cubierta atiborrada de utensilios bélicos y marineros.
Se pueden leer por separado y por el mismo precio. Una es complemento de la otra y así, de esta simbiosis, Alberto Polledo nos presenta una novela de extraordinaria belleza. Hay pocos asturianos –a excepción del alter ego de este cronista– que conozcan tan bien la naturaleza con sus aves menudas y mayores, corzos, venados, lobos y osos en la distancia y... sobre todo a sus gentes.
Su sangre verde impregnada en la de sus amados árboles deviene una piel de cereza para escribir este preciado y precioso relato sobre Cadaval. Polledo enriquece una literatura tan necesitada de buenos escritores prudentes, conocedores del bien y del mal, tolerante en sus credos y artesano en la caricia y el perfume de los libros como la de aquella magdalena que acariciaba con los dedos y los labios Marcel Proust.
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