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Troya, los curas del Palmar

18 de Enero del 2010 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

En Asturias, donde faltan muchas cosas pero no nos privamos de casi nada, tenemos un grupo de curas cuyo cometido principal parece ser el de llamar a capítulo y traer a mandamiento a los obispos; empezando por el de Roma, al que llamamos Papa. Epíscopos significa supervisor (de epí-skopein, mirar por encima). Los curas administran las parroquias bajo la supervisión del obispo; pero al grupo del que hablamos le queda tiempo para, encaramándose un poco, supervisar a su vez al papa y a los obispos, mirando por encima desde más arriba todavía.

Llevan lo que se podría llamar, en jerga gubernamental, una especie de Observatorio del Colectivo Episcopal. Manejan listas muy completas de presbíteros episcopables y menos episcopables y mantienen muy al día un fichero exhaustivo de obispos conciliares y preconcialiares. Pero el trabajo del Observatorio no se agota en esta vigilancia in elligendo; se aplica también con harto rigor a la vigilancia in exercendo. En efecto, parecen disponer de un prontuario de lo que cada obispo, en cada caso, debería callar o proclamar. Pregúntenle si no a Monseñor Munilla, recién aterrizado en San Sebastián y que, según todos los parámetros del Observatorio, es un caso perdido.

Diríase que pertenecen estos curas a la misma escuela teológica y pastoral que D. José Blanco (antes Pepiño). D. José, que se sepa, no llegó a recibir las órdenes pero sí se debió de graduar por el Palmar de Troya. Desde que le han hecho ministro de Fomento no puede emplearse tan a fondo en enderezar los caminos del Señor, pero todos recuerdan cuando puso a los obispos españoles a leer la Biblia; y al de Roma, que a juicio suyo no progresaba adecuadamente, le mandó un trabajo sobre el tema Oiga, qué entiende usted por familia tradicional (No sabemos si el Papa Ratzinger aprobó en septiembre o si lo tienen repitiendo curso).

En alguna parte del Evangelio está escrito que el mundo os detestará porque no sois del mundo. Pero eso era antes; ahora no. Ahora los más diligentes y enconados demoledores de todo lo cristiano encarnan, al parecer, el más genuino y decantado espíritu evangélico. Por eso, en cuanto empieza la lapidación mediática de algún obispo, acude alguno de estos curas del Palmar con unos cuantos cantos en la faltriquera.

Pues aún les queda arrojo para aguijonear con denuedo a la Bestia del Apocalipsis, los Estados Unidos de América: Perdió una ocasión de oro (Monseñor Munilla) para denunciar que los EEUU son responsables de la pobreza en Haití y en toda la América Latina. Opinión muy matizada de D. José María Díaz Bardales (LA NUEVA ESPAÑA, 16/01/10), que habla de buena tinta y él no pierde ocasión de oro ni de plata; aunque debió de morderse virtuosamente la lengua para no añadir que los EEUU son culpables también del terremoto. Pues algo tendrá que ver ese cataclismo con el cambio climático (y nadie ignora que los EEUU lo tienen casi todo que ver con ese cambio).

Menos mal que uno de estos días sale Zapatero para Washington, para rezar por la conversión de EEUU desde las fauces mismas de la bestia, en un desayuno de huevos, baked beans y bacon. Que visto está que el desaguisado mundial, si no lo arregla ZP, no lo arregla ni Dios. Así que a sostener con la izquierda a Mr. Bean mientras con la derecha, si a mano viene, se lapida a cualquier obispo que se aparte del pasillo aéreo progresista, cada día más estrecho.

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