Libertad, ocio, turismo y fobias
Una excelente reflexión educativa para este tema es la novela de E. M. Forster “Pasaje a la India” (1924), que transcurre durante la liberación de la India.
Sobre la libertad se proclama mucho, pero se enseña poco. Los jóvenes piensan adquirirla para hacer realidad sus sueños: cometen errores, sobreviven y aprenden. Se agrupan entre sí, intercambian sueños y actúan juntos. Dispersan el miedo, desean librarse de los impedimentos, pero temen la libertad individual. Sin embargo, la madurez trae otros miedos que la evolución condensa en: fecundación y muerte. La juventud es fértil, la madurez mortal de necesidad. La libertad, como el agua, baja de la montaña en alegre arroyo juvenil que se junta a otros constituyendo ríos que se unen en la mar. La energía solar la eleva al cielo y desde allí vuelve renacida a la tierra como: llovizna, lluvia, granizo o nieve de madurez. La libertad es la fuente del destino. Lo sabía muy bien el profesor Godbole (Alec Guinness) en “Pasaje a la India”. Sin el flujo, influjo y reflujo de la libertad, no existiría el destino.
Ocio y trabajo son conceptos opuestos pero concordantes. El ocio consiste en librarse del trabajo; el trabajo, en alquilarse por horas para obtener los posibles con que adquirir los deseos durante el ocio. Mirado así, ocio y trabajo pueden devenir en monstruosos. Deberíamos no alienarnos para hacer lo que se debiera, e igualarlos bajo una misma actividad vocacional. Actualmente hay entre ambos una gran igualdad estadística, similar a la de: una pareja come un pollo; dos, medio pollo; cuatro, un cuarto de pollo; ocho, no comen nada: hay 15 parejas que comen un quinto de pollo cada una. ¿Sería lo mismo si tres parejas comieran un tercio de pollo, cinco un quinto, y siete la séptima parte? Cuando las leyes del reparto se convierten en perturbaciones de la libertad de los otros, las fobias y las locuras pueden hacer acto de presencia. La paradoja está en que las personas con más horas de trabajo son las que tienen más posibilidades de ocio. Las grandes mayorías sin empleo, o con él en precario sin un respiro en su ardua tarea de sobrevivir, acaban desarrollando fobias como los ecos agobiantes de las cuevas de “Marabar” en “Pasaje a la India”: en realidad un eco de las cuevas reales de Barabar.
El turismo no puede ser ocio compulsivo. El turismo debe ser intercambio entre el tiempo libre de unos y el servicio de los otros para su enriquecedor descanso. Su oferta será visión e información, con consumo de productos autóctonos en su propio entorno. El turismo es un tiempo reflexivo para el aprendizaje del medio que se visita: una oportunidad de conocimiento. Ahora bien, si el medio se diluye en una uniformidad amorfa e indiferenciada, semejante a la de procedencia, o es un autoservicio de los mismos productos y marcas de siempre, o sólo busca desinhibirse del miedo a la libertad en un medio desconocido entre desconocidos, o si no siente curiosidad por aprender, entonces no es turismo. A lo sumo ocio compulsivo con ansias de falsa libertad, miedo enmascarado con intento de olvido que no permite crecer ni recordar. Luego, en la resaca, la maleta volvería cansada, perdida, vencida o arrepentida.
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