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La Universidad, universo de impunidad

22 de Enero del 2010 - Rubén Figaredo Fernández (Oviedo)

Justo cuando se atraviesan los peores momentos de incertidumbre como los que hoy vivimos, las instituciones han de ser garantes de las virtudes públicas de transparencia e igualdad de oportunidades. Esta impecabilidad se hace aún más necesaria cuando hablamos de nuestra Universidad, que no sólo ha de formar a los hombres en conocimientos sino también en ética, y justificar mínimamente la ingente cantidad de caudales públicos que provienen de todos los contribuyentes a los que desde esta tribuna me dirijo. La cuestión es que he sido uno de los cinco candidatos para ser acreedor del premio extraordinario de doctorado entre las mejores tesis doctorales matriculadas en el Departamento de Historia del Arte y Musicología de la Universidad de Oviedo, un premio que, dejando aparte las vanidades de cada cual, supone un mérito cuantificable en el futuro de nuestra carrera profesional. La primera irregularidad es la política de oscurantismo con la que se convoca, sin que ninguno (o eso pienso) de los candidatos con tesis con la máxima clasificación conozcamos de antemano el baremo a través del cual nuestros trabajos científicos serán juzgados, ni tampoco la composición de la comisión encargada del fallo. Tras ese dictamen que selecciona a uno de los concurrentes como ganador, sobre cuyos méritos me abstengo de opinar puesto que los ignoro, y sólo conozco de su parentesco en primer grado con una docente de la Universidad, me dirijo en tiempo y forma a la secretaría del departamento para pedir una copia del acta que ante mi estupor se me niega por orden superior. Mi siguiente paso fue, como es lógico, plantear una reclamación para ser informado de todos los extremos de dicho procedimiento. La contestación a dicho recurso fue la manifestación por parte del director del Departamento, Sr. Sobrino, que dicha acta se me hubiera facilitado si yo se la hubiera solicitado a él, como si en vez de algo ordinario disponible para todos los candidatos fuera una información privilegiada por la que hay que pagar el precio de recorrer despachos y pasillos, ese recorrido del que, lamentablemente, tantas veces se obtienen más beneficios que con las publicaciones o las horas de estudio. En este primer recurso también denuncié el hecho de que la comisión propuesta estuvo formada por los directores de tres de las tesis propuestas, entre las que está la ganadora y las que quedaron en segundo y tercer lugar. Ante la alegación de que existe un manifiesto defecto de forma, se me responde que se trata sólo de una propuesta al Consejo de Gobierno siendo prematura mi reclamación, como si no fuera denunciable cualquier dictamen vinculante con un origen viciado. Inasequible al desaliento, planteo la cuestión en segunda instancia ante la vicerrectora de Ordenación Académica y Nuevas Titulaciones, que me responde de igual forma, invitándome a reclamar cuando la decisión fuera firme sin facilitarme ninguna información sobre cuál sería esta instancia y cuándo se produciría esta reunión. Como último recurso me he dirigido al Sr. Rector basándome en los fundamentos de hecho y de derecho antedichos y en alguno de los puntos de su programa electoral como el que sigue: «Mi objetivo es gobernar la Universidad para todos. La realidad percibida y transmitida por nuestros propios estudiantes es que existen numerosos aspectos de su relación con la administración universitaria en la que aparecen obstáculos legales, que en ocasiones se hacen insalvables. En tales ocasiones se suscita una penosa percepción de inseguridad jurídica, que abre las puertas a rumores e informaciones fragmentarias o sesgadas».

A fecha de hoy no sólo no he recibido contestación alguna por parte del rector sino que me he enterado de la convocatoria oficial al acto de entrega del premio que yo estoy impugnando, que se celebrará el próximo día 28, festividad de Santo Tomás de Aquino. Es por ello que, asumiendo el desgaste que ello suponga, pongo estos hechos en conocimiento de la opinión pública. Manifestando que no se puede enarbolar el estandarte de la calidad cuando sólo se premia la cantidad y las influencias y nexos familiares, y que no estoy en absoluto dispuesto a formar parte de la mayoría medrosa que ve, escucha y calla mientras se intenta ningunear mi trabajo e intentar someterme por incomparecencia del oponente, en este caso toda una Universidad representada por un rector que ha hecho muy bien en renunciar a su retórico título de «magnífico» puesto que no ha acreditado merecerlo.

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