Rancio glamour

23 de Septiembre del 2017 - LUIS ANGEL GIL URBON (GIJON)

Sucede mucho. Chico o chica acomplejada de su cuerpo, busca el reconocimiento, o, dicho de otro pero de igual modo, llamar la atención de los demás integrándose para ello en un grupo o tribu. Esto sucedió en los años 80, durante la explosiva y burbujeante movida punk, mod y rockers y new romantics, etc., sobre todo en el mundo de la canción al descorchar y saltar por los aires el tapón de la dictadura, que se abría al Estado democrático, por fin. Chico o chica "star". Hasta alguna se hizo líder y hoy goza de cierto predicamento. Sucedió esto en todas las épocas y siempre seguirá sucediendo. Por tanto, nada nuevo bajo el sol. Hacer bandera de la falta de autoestima arrimando el hombro al sol que más calienta del momento.

La comisión política del congreso del PSOE, con amplia mayoría de votos, ha aprobado la plurinacionalidad de España. Somos una nación de naciones, o sea, un estado federal que está unido al mismo tronco común, que algunos catalanes, casi la mitad quieren cortar de raíz. Sí, pero no, la ramita nada más. Si alguien tiene la amabilidad que me lo explique, porque yo no entiendo absolutamente nada. Se debatió también en el Congreso una enmienda en la que los jóvenes, vía referéndum, animan a avanzar e implantar la república federal como modelo de Estado español. Prescindir de elementos decorativos no está mal, del rancio glamour de la monarquía con cargo a los Presupuestos Generales.

Ada Colau, brillante y elemental, además de alcaldesa de la Ciudad Condal, pretende que el Ayuntamiento de Barcelona tenga su propia empresa comercializadora de energía eléctrica. No es corriente dejar sin luz a los necesitados, aunque los chinos tengan velas para todos los gustos de distintos colores. No parecen estar de acuerdo las eléctricas en firmar un convenio con el Ayuntamiento comprometiéndose a hacerse cargo del 50% de la factura de la pobreza energética. En su insolidaridad se sienten discriminadas y han recurrido el nuevo contrato. Amenazan con cortar el suministro. Hágase la luz.

¿Ha vuelto Kunta Kinte o es que la esclavitud, que pensábamos abolida, no se ha ido de nuestro lado? Está claro que ya no vemos el látigo partir espaldas, pero está demostrado que el mejor modo de esconder lo que no queremos ver es ponerlo a la vista de todos. La mitad de los ocupados en éste país trabaja más de 40 horas a la semana, según la última Encuesta de Población Activa (EPA). Nos están haciendo poner tiesos como velas a costa de perder paulatinamente nuestros derechos. A todos nos mueven poderosas razones para ir detrás de la pasta. A unos, la avaricia de contar montones como el tío Gilito. A otros, la envidia de querer ser el tío Gilito y al resto de gilipollas (esa mayoría absoluta en la que me incluyo), recoger las migajas que caen al suelo.

Vivimos custodiados por el Fondo Monetario Internacional. Por los hombres grises que llenaban, con sus puros de humo gris, las perennes pesadillas de 'Momo'. Son ellos, los hombres grises, quienes nos dictan las medidas que debemos cumplir y las líneas, con sus bordes, que no debemos nunca rebasar. Te dan palmadas con sus manos frías en la espalda felicitándote por cumplir con el límite del déficit. Después, recibes un sopapo, acompañado de una bocanada de humo gris en la cara: Ajústales el cinturón, baja aún más los sueldos y despídeles con igual facilidad que estás viendo disiparse el humo de mi puro.

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