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Guapa, santa y juiciosa

19 de Octubre del 2017 - Manuel Robles

En el siglo XVI una mujer solo podía aspirar a la tolerancia por parte de los varones. Casi todo lo tenía prohibido. Le quedaba casarse o entrar en religión, no tenía otras alternativas. Por eso, sobre el tapiz fascinante de su vida, te voy a contar la aventura de una mujer que no tuvo miedo a los tiempos, ni a los hombres, que se llamó a si misma “mala monja”, pero consiguió enseñarnos que Dios no es un vaso de ricino, sino alguien cercano y de la familia, si uno se mete por caminos de oración, si le trata en la soledad, y si le busca como amigo.

Guapa.

Lo comenta María de San José, letrada y sagaz, que era muy linda de joven: “Daba gran contento mirarla y oírla, porque era muy apacible y graciosa en todas sus palabra y acciones”. Y los papeles detallan que era de estatura mediana tirando a gordita, el rostro risueño y la frente espaciosa están enmarcadas en una cabellera rizada, de color castaño. ¿O moreno? Tenía la nariz recta un poco respingona, cejas formando entrecejo apacible, boca encarnada y dientes blanquísimos, ojos negros algo saltones, mejillas sonrosadas, tres lunarcillos al lado izquierdo como verruguitas entre la nariz y la boca… La linda jovencita cae bien a la gente, es atractiva. Esta capacidad de simpatía la conservará, le crecerá con el tiempo, hasta merecer un juicio muy amable de la pluma mesurada de fray Luis de León:

-Quedaban como presos y cautivos de ella…Niña y doncella, seglar y monja, fue para cuántos la veían como la piedra imán con el hierro.

Pero la Madre con el tiempo vuela alto… muy alto. Ella ha experimentado la amistad con Jesucristo, y está desprendida de las criaturas, y lo cuenta con toda sencillez: “le tengo tan presente en los ojos del alma, que nada de acá me satisface, todo me parece feo y escoria, y ninguna cosa me da contento sino “ver” con el alma, las almas…Y es que ha descubierto otra luz.

Santa.

Madre Teresa pasa por Salamanca, se queda allí tres meses. Madre y Fray Juan de la Cruz hablan de la reforma carmelitana, y fray Ángel de Salazar, provincial, sigue poniendo palos en las ruedas de los descalzos. Se pasa por la casa de los Condes de Monterrey, la aya está enferma de un tabardillo feroz, le tocó la cara, y la vieja se curó: “¿quién me ha tocado, que me siento sana?”. Parece que también la Madre Teresa se asustó. También le achacan la curación de la joven condesa doña María Pimentel Fonseca, moribunda de veintidós años de edad: la curó, dicen, sin tocarla siquiera.

Ella vuela muy alto, está “instalada en las moradas”, tiene arrobos, hace milagros. Todo lo que queráis, pero le golpean las minucias de la vida como a todos, y una de esas minucias es que no encuentra casa para sus monjas en Salamanca.

Preparaba la Madre su marcha de este mundo, recomendando a las hijas obediencia; y cariño mutuo. El monasterio funcionaba; Catalina de Cristo, la tornera sin letras, resultó una priora sensacional. La consideraban santa. A Madre Teresa se le ocurrió este lance divertido. Preguntó de repente a una novicia jovencilla:

-Hermana, diga la verdad, ¿cuál le parece más santa, la madre priora o yo?

La novicia no vaciló en responder ingenuamente:

Subtítulo: Ante el primer Jubileo Teresiano, que comenzó esta semana y se prolongará hasta octubre de 2018

-La priora.

Madre Teresa le abrazó, riendo: "Así es, hija mía, que ella es santa y yo tengo la fama".

Juiciosa.

En los conventos que fundaba siempre hacía lo mismo. Antes de la fundación aguantaba mil amarguras que vencía con tenacidad y astucia. La noche anterior se la pasaba trajinando para poner todo en orden: limpiar la casa, preparar el altar, y si había suerte, en el dormitorio, colchones de paja para sus monjas. Y a la madrugada, las monjas dispuestas y el capellán preparado para celebrar la primera misa. Y entonces pedía una campanilla, aunque fuera de cuatro cuartos y tuviera algún agujero. Pero nunca estrenaba un convento sin la campanilla. Puede que quisiera alertar a los de dentro y a los de fuera que sus monjas estaban ahí por todos y para todos.

Madre vigila para que no exageren sus mortificaciones. Les impone un equilibrio, una norma de discreción:

-Querría cumpliesen la Regla, y lo demás fuese con suavidad. En especial esto de la mortificación importa muy mucho y, por amor de Nuestro Señor, que adviertan en ello las preladas, que es cosa muy importante la discreción.

Y siempre con la oración al fondo.

De la oración vocal pasó a la oración mental, o de recogimiento gracias al Tercer abecedario del padre Osuna durante el invierno que pasó en Castellanos siendo jovencita. Dejó atrás la oración vocal y comenzó la que ella denominó de “recogimiento”: un modo nuevo de tratar con Dios. Teresa aprende a mirar “amorosamente” hacia dentro y descubre que Dios habita en ella, Dios está, Dios espera…¿Qué espera Dios? Le espera a ella. Su conversación. Su amor. Y empieza a tratar a Dios con el corazón, con amor tierno, jugoso, delicado; con palabras tomadas “de la vena del corazón”. Y de la compañía y de la amistad saca la fórmula para decir que es la oración:

-Tratar de amistad, estando muchas veces a solas con quien sabemos que nos ama.

Con los años será maestra de oración y descubrirá el núcleo esencial de la oración: “No está en pensar mucho, sino en amar mucho”.

Madre Teresa también se cansa.

Quienes la rodean no la creen vieja. No quieren verla vieja. Pero Madre acusa el cansancio. Y ha envejecido, entra en los sesenta y siete años, y se siente consumida, un poco agotada. Y se plantea si debe continuar “encerrada” o empleada en “las obras exteriores”. Pero Madre no es como nosotros, ella está embebida en Dios, como la esponja en el agua. Nosotros los creyentes ponemos en nuestras actividades cierta carga espiritual, desde las cosas nos levantamos hacia Dios. Pero Madre es distinta, ella está “instalada” en la atmósfera divina, ella respira la presencia de Dios: desde “allí”, va y viene para cumplir sus trajines, viaja, reza, compra, discute, aconseja, canta…Ella ya está “endiosada”, ha entrado en las moradas, donde late la presencia de Dios.

Te recuerdo que el pasado 15 de octubre de 2017, ha comenzado el primer Jubileo Teresiano, y se prolongará todo este año hasta octubre de 2018. Ojalá este año jubilar sea una campana que suene por las esquinas de los pueblos y de las ciudades donde la gente trafica. Puede que mucha gente no tenga idea de la aventura de la Madre, y mucho menos del rastro que ella ha dejado en la caravana de la historia. Pero “ella” y “ellas” están ahí… con su “estilo ermitaño, que siempre busca la humildad y la llaneza”. Y así lo dejó escrito Juan Mayorga, al hablar de Teresa de Jesús y de sus monjas: “Cuando el dulce Cazador me tiró y dejó herida en los brazos del amor mi alma quedó rendida; y cobrando nueva vida de tal manera he trocado, que mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado”.

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