Volver a Lisboa

30 de Enero del 2018 - Ángel García Prieto

Bernardim Ribeiro, escritor portugués del siglo XVI, escribió una famosa novela sentimental y pastoril cuya primera edición llevaba el título “História de Menina e Moça”. Un título que ha llegado a ser en el país luso una frase hecha muy popular, que Ary dos Santos con la poesía y Paulo de Carvalho con la música, le dicen a Lisboa en el fado que lleva ese mismo título. Muchos portugueses son capaces de corear con calor su estribillo, cuya traducción podría ser algo así: “Lisboa, niña y moza, moza/ La luz que mis ojos ven tan pura/ Tus senos son las colinas, marinera/ Pregón que me trae a la puerta ternura/ Ciudad a punto de luz bordada/ Mantel a la orilla del mar extendido/ Lisboa, niña y moza, amada/ Ciudad-amor de mi vida”.

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Lisboa es saudade, como no podía ser de otra manera. Con mil colores, la ciudad es azul, es amarilla o blanca y quizá rosa o limón; tiene un cielo luminoso, aire marino y un bullicio muy vital. Un tráfago de ruidos, olores y tranvías entre calles de edificios nobles con abolengo barroco, o casas pequeñitas y humildes, arracimadas con desorden moro, que parecen hacer de la gran capital del antiguo imperio trasatlántico una pequeña ciudad de provincia que, desde nuestra óptica, podríamos decir mitad andaluza, mitad gallega, aunque esto no dejaría de ser, quizá, una mala traducción...

Lisboa, por otra parte, es mucho más, es un lugar mágico de llegada y de salida. Y no hace sino responder a su nombre, pues fundada según la leyenda por el Ulises mítico, recibió el nombre de Ulisipo - Ulissipona - Lisbona: Lisboa. Quizá por eso es la ciudad abierta a los cantos épicos de “Os Lusiadas” que marchan a hacerse con el mundo; pero también es la ciudad cerrada, parada en el muelle, un muelle que no es sino “uma saudade de pedra”, como también dijo otro poeta.

Lisboa es una ciudad de viajeros con saudade, sentimiento que es algo así como el dolor de la ausencia, el recuerdo de la presencia y la esperanza del reencuentro. Saudades de los que de allí han partido o que a ella han llegado alguna vez en busca de sí mismos, en el viaje de la vida. Y Lisboa también es en sí saudade, recuerdo, estado del espíritu que revive allí, en la ciudad anclada en los muelles del Tejo, dorada por el sol o entrevista tras la niebla, cantando entre flores y brisas, en espera de todos los Ulises que regresan para alcanzarla, de escalón en escalón.

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