Señor Juan Antonio Anquela
¡Ya le vale con tanto sufrir! Usted se cura en salud por si acaso, vive inmerso en una inseguridad que contagia a los jugadores. La intranquilidad que trasmite constantemente con ese ¡hay que sufrir! pone de manifiesto que usted en vez de ser un entrenador con recursos estratégicos, tácticos, técnicos y psicológicos para plantear los encuentros con esa sensación de seguridad y confianza que dan los que confían en ellos y sus pupilos; se muestra nervioso, siempre alentando a los aficionados a ser ellos quienes hagan de reclamo ante la falta del original, que animen hasta saciarse y metan goles con su aliento, asustando al contrario e intimidando al árbitro.
Señor Anquela, usted es un entrenador entregado a su labor, digno y querido; pero eso no le faculta para empresa de esa envergadura. Entrenar al Real Oviedo que tiene por meta única el ascenso, creo que es un traje que le queda inmenso. El traje a la medida de sus posibilidades está con toda seguridad en el Real Oviedo (yo no lo dejaría marchar): sería un excelente coordinador de categorías inferiores por su empatía (cae bien), trabajo y un buen profesional para tallas más ajustadas a su singularidad y gran valía.
Cuesta decir esto, pero cada cual debe ser consciente de sus posibilidades. Es cierto que no siempre tiene la culpa el profesional, los que le contratan y le mantienen son participes de esta irresponsabilidad; ya que hablamos de una temporada más en segunda, con la pérdida de tiempo, dinero y frustración en los aficionados que no se merecen ese sufrir constante.
No se da cuenta que el equipo da sensación de sacar los partidos siempre por los pelos, y deja ese mal sabor de boca donde se presiente que al siguiente quizás ya no tendremos la suerte de cara. Apelar a la suerte, sufrimiento y abonarse a la épica cada domingo desgasta más que beneficia, tanto a jugadores como afición.
Un equipo (lo sabe el aficionado) se ve, se aprecia si es factible su progresión y puede competir hasta el final por una plaza de ascenso. El Real Oviedo, no da esa sensación para nada, queda lejos de ilusionar con su juego.
Usted es el único culpable Señor Anquela por no saber trasmitir al equipo una serie de mecanismos y fundamentos básicos que son el ingrediente que hacen reconocible su labor y el éxito deportivo.
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