Carta de un trasplantado hepático de Oviedo
Querido donante: no sé nada sobre ti, ni quién eres, ni si eres de Asturias, lo que, de no ser así, probablemente imposibilitará que tus familiares lean esta carta. Sólo sé que eres hombre (por cosas del azar) y no sé cuál ha sido el motivo que te ha llevado a tomar la decisión de ser donante.
Desde luego, lo que has hecho no tiene precio y, por lo tanto, con nada se puede pagar.
El día 20 de febrero hará un mes que me han trasplantado el hígado, he vuelto a nacer, me han dado una segunda oportunidad que otros no han podido tener. Vuelvo a ser la de antes (la de hace 11 años, cuando estaba sana). Mi familia está tranquila, mis vecinos se alegran cuando me ven y ya no corro peligro, mi aspecto es como el de ellos, normal, no como antes, con mal color y apariencia de enferma.
En la Residencia me he sentido como en casa, en la planta de Digestivo; mis ángeles protectores siempre han sido mi querido Dr. Manuel Rodríguez y su enfermera Pilar González (coordinadora de trasplantes), la Dra. Diéguez y el resto del equipo; mis enfermeros-as de planta como Borja (que resultó ser de Cangas del Narcea, mi pueblo), Elena, Mercedes, María Auxiliadora, Beni y demás.
(Se me olvida el nombre de muchas, pero no su cara y su amabilidad conmigo). Un reconocimiento para las enfermeras de UCI (box 23), en especial al Dr. Lino Vázquez y su equipo de cirugía ya que gracias a ellos estoy aquí.
Y todo esto te lo debo a ti, esa persona que sin conocerme de nada me ha devuelto las ganas de vivir, gracias a tu familia que, ahora, ha pasado a formar parte de la mía. Por último, menciono de forma especial a mi madre, que siempre estuvo a mi lado; a mi marido, que durante estos largos años ha sabido tratarme con cariño y paciencia; a mis dos hijos, Miguel Ángel y Lucía, que siendo tan jóvenes han tenido que pasar por una situación muy dura; a mis cuñados-as, que se han portado conmigo como los hermanos que nunca tuve; a mis amigas Begoña, Argen, Ana y Mary; al joven concejal del PP Luis Miguel Fernández Berandón, que ha venido personalmente a interesarse por mi estado de salud y, cómo no, al Dr. César Bazó y a la Dra. Margarita Uribelarrea, que siempre me animaron. Y por último y de forma muy importante a todos los miembros del Opus Dei que han rezado por mí y aún continúan haciéndolo a día de hoy. A todos ellos, muchas gracias.
Isabel García Gutiérrez, Oviedo
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