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Los salmones, la ciencia y los políticos

26 de Marzo del 2010 - David Álvarez Fernández (Oviedo)

El día 19 de marzo leí un artículo en este periódico firmado por el señor Luis Peláez, diputado del Partido Popular en la Junta del Principado de Asturias, que me dejó completamente anonadado. Este señor, que ya nos ha dado sobradas muestras de su ignorancia sobre el tema de la biología del salmón en numerosos artículos publicados en este periódico, ahora ha dado un salto cualitativo en sus comentarios y se ha dedicado a menospreciar el trabajo realizado por los científicos que estudian esta especie.

El señor Peláez nos habla con melancolía de aquellos maravillosos años en los que «los furtivos campaban por sus respetos con sus redes y los ribereños pescaban salmones sin cupo» y también nos ilustra con sus conocimientos de Prehistoria para decirnos que hace 15.000 años los habitantes de la cueva de Candamo, Tito Bustillo y Altamira eran cazadores y pescadores y aun así había salmones hasta en la copa de los árboles.

El señor Peláez parece que ha sido designado por su grupo político para cosechar la mayor cantidad de votos posibles entre el colectivo de pescadores, que descontentos con la nueva normativa de pesca, claman por la abolición de la norma y por el exterminio de cualquier depredador que les quite su ansiado trofeo. También nos dice que el declive del urogallo en Asturias está directamente relacionado con la prohibición de su caza, con lo que ha demostrado conocer el misterio divino del milagro de los panes y los peces: cuantos más urogallos mato, más hay. Hay que sembrar también entre los cazadores, aunque sea exponiendo argumentos tan absurdos que provocan la risa.

Las afirmaciones del señor Peláez se apoyan en sólidos argumentos (el furtivismo y la pesca neolítica) para contrarrestar los comentarios expuestos por el doctor Alfredo Ojanguren en otro artículo publicado en el mismo diario unos días atrás, en que afirmaba que se debería reducir la pesca de peces adultos en el río para garantizar la reproducción de la especie. El doctor. Ojanguren trabaja actualmente en el Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad de Texas, después de haber realizado su tesis doctoral en la Universidad de Oviedo precisamente sobre biología de salmones y truchas y haber continuado su labor investigadora en la Universidad de St. Andrews, en Escocia.

El señor Peláez critica que los argumentos de Alfredo Ojanguren se hayan obtenido tras años de «sesudas investigaciones» y se molesta por que alguien venga de una Universidad extranjera a decirle cómo se deberían hacer las cosas. Se ve que las «sesudas conversaciones» de este hombre delante de una mesa de dominó aderezadas con unos cuantos sol y sombra merecen mucho más respeto y deben ser tomadas más en serio que los trabajos de los científicos a los que, como dice, «nos dan cobijo las universidades», como si fuéramos parias sin derecho a abrir la boca. Y para rematar, el señor Peláez tiene la desfachatez de acabar su artículo con esta pregunta dirigida al doctor Ojanguren: «¿Por qué no te estudias un poco mejor la historia del prohibicionismo en la naturaleza antes de sacar conclusiones?».

Este diputado al que todos nosotros pagamos su escaño debería presentar su renuncia irrevocable ante la dirección de su partido después de hacer estas declaraciones, y en caso de que no la presentara, debería ser invitado a irse y a dejar su sillón y su millonario sueldo (varias veces superior al de un investigador de la escala más alta) para que siga haciendo apología del furtivismo (un delito penado en nuestro país) en el foro que se merece: la mesa de un bar delante del libro de las 40 páginas, con la sota, el caballo y el rey.

Ésta es la idea que tienen algunos gestores sobre la investigación y sobre los profesionales que trabajamos en ella, éstos son los encargados de redactar una ley de ciencia que intente ponernos a la altura de la que se hace en otros países de la Unión Europea. Luego se extrañarán de que tengamos que emigrar a otros países, como ha hecho el señor Ojanguren, porque aquí se está haciendo imposible investigar y porque en nuestro propio país somos tratados como escoria por la clase política, probablemente la peor y más ignorante que haya habido en la historia de nuestra democracia.

David Álvarez Fernández, Investigador contratado, departamento de Biología de Organismos y Sistemas, Universidad de Oviedo

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