Los verdaderos enemigos del salmón y sus cómplices
Hasta comienzos de los años cincuenta el río Esva o Canero es un río sin salmones y, como tal, el Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caza (SNPFC) tenía catalogados sus dos cotos denominados «Trevías» –años después desdoblado en dos– y «Chamberí» como trucheros. Gracias a los desvelos de la dirección de la AAP (Asociación Asturiana de Pesca) –nada que ver con la burocrática y pastelera dirección actual– y a las cuotas de sus socios, el SNPFC inició un programa de repoblaciones que permitió iniciar la pesca del salmón con un cupo de veinticinco anuales y pocos años después, en los sesenta, pescarlos libremente, sin cupo.
Entonces el coto truchero «Trevías» limitaba en su parte superior con la presa de Brieves, que disponía de una escala diseñada para truchas, prácticamente insuperable para los salmones. También por los años sesenta, la presa de Niserias en el río Cares disponía de otra escala diseñada para no sabe qué especies –que a duras apenas superaba algún salmón– testimonia los muchos que se apilaban en el pozo llamado «La Estación», aguas abajo de la misma.
Gracias también a los desvelos de la dirección y de los socios de la AAP, el ICONA –heredero del SNPFC– construyó dos nuevas escalas en Brieves y Niserias que devolvieron a los salmones el hábitat que la mano del hombre civilizado les usurpó incivilizadamente en las zonas altas de los ríos Esva y Cares.
A finales de los sesenta, la presa de Arbón arruinó definitivamente el curso completo del río Navia sin salvación posible. También por aquellos cursos la presa de La Barca mutiló lo mejor del río Narcea para la cría y la reproducción de los salmones, a lo que se añadió la proliferación de escombreras mineras salvajes en la cuenca alta del mismo río Narcea, para dar comienzo a la era de las «mareonas», los «superestiajes» y las «carbonadas» que hoy la caracterizan. Para más inri, desde hace quince años, de Cornellana para abajo el cauce del río Narcea se parece más a un desértico paisaje lunar que a un frondoso río asturiano, gracias a las obras de canalización de la Confederación Hidrográfica en su labor destructora de los hábitats característicos del salmón del Cantábrico.
Me vienen a la memoria todos estos hechos ocurridos en Asturias durante los últimos sesenta años por la lectura de unos artículos seudocientíficos firmados por quienes se autotitulan investigadores, en los que no se exhibe un solo dato ni se aporta una sola prueba que no sean de su inquina hacia los pescadores, aderezada con alguna que otra descalificación personal hacia quienes, como el diputado popular Luis Peláez, aportan sentido común a la historia y a las culpas verdaderas del declive del salmón en Asturias.
Yo tampoco soy investigador, pero conozco las hemerotecas y estoy dispuesto a exhibir las pruebas de cuanto afirmo en las líneas anteriores para demostrar quiénes han sido auténticos protectores de truchas y salmones en los ríos asturianos, y quienes son los principales y más peligrosas depredadores del salmón, y los mayores destructores del paraíso fluvial más meridional de Europa para el plateado rey de nuestros ríos. He citado ejemplos de unos casos y de otros, pero podría seguir con muchos más describiendo minicentrales, vertidos urbanos e industriales, graveras y voladuras de cauces, y tantos otros atropellos a la vista de todos, con permiso de una Administración ciega, sorda, muda y holgazana, antaño central y hoy autonómica.
Por eso me cuesta trabajo admitir que se use el noble título de investigador para ocultar la indigencia científica de una manía antipescadora que ignora la labor de fomento y protección que los colectivos de pescadores han desarrollado en pro del salmón en los ríos asturianos. Pero me preocupa aún más que se use el argumento de la investigación para ignorar o encubrir la demoledora tarea de otras actividades humanas nocivas y dañinas para cualquier especie piscícola y mucho más para una tan sensible a la contaminación y al deterioro del hábitat natural como son los salmones. Con planteamientos científicos así, estamos lisa y llanamente ante un cínico ejercicio de complicidad que traiciona y desacredita la noble función de la investigación.
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