Sin auotobús y a pie por la autovía
El derecho al pataleo se ha quedado insuficiente para luchar contra los abusos que día a día nos vemos obligados a sufrir los usuarios de los autobuses que cubren el servicio Pola de Lena-Oviedo, que gestiona la empresa Fernández.
Desde el último intento por arreglar las cosas con la huelga llevada a cabo por parte de los trabajadores las circunstancias no han mejorado en los aspectos fundamentales En lo que se refiere a los usuarios, tenemos que soportar autobuses sin calefacción, con goteras, asientos precarios susceptibles de focos de infección, problemas con el número de plazas (hay horarios saturados en los que sólo funciona un autobús, pudiendo reforzar con otro para evitar dejar a usuarios en las paradas), etcétera.
Lo que ocurrió el día 22 de junio de 2010 supera cualquier ficción. Los hechos fueron los siguientes: en horario 07.50 horas, desde Mieres a Oviedo el autobús tenía ya problemas en Mieres; se interpeló al conductor para que buscase una solución pues hacía sólo una semana el mismo autobús nos había dejado sin servicio a la salida de Mieres, obligándonos a hacer transbordo a otro autobús (el que salía en horario 08.10 horas). A pesar de venir casi lleno, nos subieron a este otro autobús, llegando a Oviedo con unas 12 o 15 personas de pie.
Volviendo al percance del día 22, el conductor respondió que en cuanto enfocara la autopista el autobús se recuperaría. Lo que todos los pasajeros preveían se cumplió, es decir, en el momento en que volvió a parar en el primer semáforo a la entrada de Oviedo el autobús no pudo volver a arrancar. ¿Y cuál fue la mejor solución? Pues bajarnos todos los pasajeros e ir caminado por el inexistente arcén sin ningún tipo de distintivo hasta llegar al semáforo de la plaza de Castilla. Esto resulta de todo punto inadmisible. Nos han expuesto a un peligro gratuito, pues esta situación se podría haber evitado. Si reflexionamos sobre esta historia traemos a la mente noticias de sucesos ocurridos en autovía, opinando ante la supuesta negligencia de conductores que se bajan del coche por averías o accidentes teniendo consecuencias muy graves, y, sin embargo, los usuarios de un transporte público nos vemos obligados por el deficiente servicio que nos proporciona dicha empresa a poner en riesgo nuestras vidas para conseguir llegar a nuestro destino.
Esta situación crónica que venimos padeciendo un día sí y otro también nos lleva a preguntar si como usuarios y ciudadanos tenemos algún derecho, entre ellos, a abogar por un transporte digno del siglo XXI y de un país industrializado, para no depender de monopolios opresivos que nos dejan paralizados por carecer de medios para enfrentarnos a esta imposición para llegar a la capital por carretera.
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