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Centro de Interpretación de lo que fue el Occidente

6 de Septiembre del 2010 - Carlos López Fernández (Luarca)

Hace unas semanas, en una veraniega mañana tuve la oportunidad de asomarme por primera vez al mirador de Vegamián, que ofrece una grandiosa perspectiva del entorno del leonés aunque casi asturiano- embalse del Porma. Bajo sus aguas duerme desde hace décadas el pueblo que ahora da nombre al mirador. Comencé entonces a recordar cómo Julio Llamazares, escritor nacido en Vegamián, narraba en sus libros -no sin nostalgia- su infancia allí, poco antes de que las aguas del río Porma inundaran sus recuerdos y también su futuro.

Presente el recuerdo de Vegamián en mi cabeza, emprendí camino hacia mi pueblo. Lo hice además por la carretera de La Espina, esa que tantos mareos ha provocado a los del Occidente pero a la que acudimos en cuanto tenemos oportunidad, como agradeciendo sus curvas, sus árboles y sus pueblos. Calzada centenaria, en muchos tramos tan destartalada como la propia comarca, obligada aún y parece que por tiempo- a permanecer en servicio.

Fijando mi mirada en los pueblos que desde niño conocí, en los bosques de castaños y en los campos labrados, sentí algo parecido a lo que, imagino, Julio Llamazares debió vivir con su Vegamián de nacimiento. Me invadió la sensación amarga de que mi tierra occidental también se va sumergiendo en el olvido, quizá más lentamente que en el caso del Porma pero igual de rendida y resignada.

Hace décadas que esta circunscripción occidental -tan poco interesante desde un punto de vista electoral- asiste impotente ante la pérdida de población, industria, economía, agricultura, ganadería, pescay lo que es peor, de su ilusión.

Parece que en el Occidente nos hemos rendido, aceptando nuestro destino parejo al de Vegamián; esto quizá suene exagerado pero en el fondo es prácticamente lo mismo. Se me ocurre, entonces, que podemos solicitarle a la Administración un último esfuerzo en nuestro favor: que construya un nuevo y flamante Centro de Interpretación de lo que fue el Occidente de Asturias. Si existen el centro de interpretación del pan, el de las escobas, el de la siega, el de las tiendas de 20 duros, el de las vacas, el del cielo azul o el de los molinos eólicoscreo que nosotros también merecemos uno, ¿o no?

Les propongo a nuestras autoridades algunos contenidos para el mismo. A su entrada, sería de justicia dedicar una sala amplia a la mayor parte de los regidores municipales de la comarca. A ellos se debe ese sinfín de iniciativas, vacías de futuro, con las que fueron haciendo más llevadera la emigración desde los decadentes pueblos y villas hacia tierras mejores (el centro la región en el mejor de los casos; a cientos de kilómetros en el peor). Merecen ser recordadas todas aquellas magníficas ideas como por ejemplo los centros de interpretación de cualquier cosa, los museos del cine, los auditorios por doquier, los impulsadores planes Leader y todo ese amplio conjunto de propuestas fracasadas desde su concepción, que únicamente sirvieron para colocar a algún conocido, devolver algún favor o ganarse algún que otro voto.

Otra estancia de este moderno Centro de Interpretación podría destinarse a recordar la indignidad y cobardía de aquellos políticos que, temerosos de perder sus privilegios, jamás lucharon por denunciar con decisión los retrasos de la Autovía de La Espina o de la Costa, o porque no desmantelaran cobardemente los Hospitales de Cangas y Jarrio. Para mayor colorido, se podrían incluir en los paneles informativos los retratos de los mandatarios de Salas, Cangas o Valdés, en el primer caso y los de Navia, El Franco, Castropol o Vegadeo en el segundo, por poner algún ejemplo.

La tercera sala, bien separada de las anteriores para evitar cualquier tipo de comparación, podría ensalzar por el contrario el saber hacer de un montón de gentes que tuvieron grandes y nobles iniciativas. En ella destacaría la labor por su tierra de Pepe El Ferreiro, el amor por el mar del creador del CEPESMA o la capacidad de lucha del regidor de Cangas del Narcea. Deberían tener su espacio también los grandes pero desconocidos personajes nacidos en el Occidente, como D. Severo Ochoa, pero también la tarea callada pero importante de los que impulsaron pequeñas grandes ideas: La Culpa fue de María... Tendrían su sitio, asimismo, todos aquellos pequeños empresarios que se las ingeniaron para mantener a flote cooperativas, comercios, astilleros, hostelería o industrias madereras. En una pequeña sala anexa, abierta al exterior, podría acoger además -tratando de aminorar el impacto de los millones de molinos eólicos cuyas aspas ya se entorpecen entre sí- grandes esculturas en recuerdo de los esforzados hombres y mujeres de la mar y el campo, los que más han resistido.

Finalmente, a la salida del Centro de Interpretación, antes de dirigirse a un gran aparcamiento rodeado por abundante publicidad institucional de la Consejería de turno, se podría instalar una funcional tienda para poder adquirir a precio moderado las postales de los que vivieron su niñez en el Occidente, pasada en las playas de Luarca, en los bosques de los Oscos, al borde de la ría del Eo o en el entorno de las minas de Berzana.

Ya imagino la primera piedra, la segunda, la tercera, la visita a las obras con los medios de comunicación, la presentación del edificio vacío y por último, cercanas ya las elecciones, la inauguración de este gran Centro de Interpretación del Occidente, que se podrá financiar con cargo al Plan Seguro que no faltarán las Autoridades Autonómicas, una gran carpa y un mejor pincheo.

Me pregunto si trabajar a tres turnos podría habernos evitado tal evento.

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