Más sobre Pepe el Ferreiro
Reflexiones a los ocho meses de la destitución de José Naveiras Escanlar, «Pepe el Ferreiro», en la dirección del Museo Etnográfico de Grandas de Salime.
El Gobierno del Principado ni escuchó ni dio respuesta a las múltiples peticiones para restablecer en su puesto de director del Museo de Grandas de Salime a Pepe el Ferreiro.
Desoyó 14.614 firmas pidiendo su readmisión, a 125 catedráticos y profesores de la Universidad de Oviedo, a varios ayuntamientos, a partidos políticos, a la Junta General del Principado y hasta al Juzgado de lo social número 2 de Avilés, que declaró improcedente el despido.
Desde su destitución, ininterrumpidamente, hemos podido leer o escuchar en los medios de comunicación, y en especial en Facebook, las muestras de apoyo a Pepe, con calificativos al la destitución de atropello, ilegalidad, injusticia, despropósito institucional, arbitrariedad, cacicada, intento de desprestigio, y la opinión pública comprendió y compartió el apoyo. La figura y la labor de Pepe el Ferreiro salieron reforzadas y prestigiadas.
Así como este corto tiempo supuso una etapa muy positiva en favor del reconocimiento de la labor de Pepe el Ferreiro como fundador y realizador del museo, sin embargo, es también probado que no resultó en la misma medida efectiva en cuanto a la reposición en su puesto de director.
A la vista de lo actuado y de los resultados, cabría reflexionar si llegó el momento de plantearse, ¿y ahora qué?..., ¿se debe explorar alternativamente otra vía reivindicativa?
Desde fuera del bosque y sin una completa información y vivencias de estos ocho meses, es fácil vislumbrar otro camino en la propia definición de reivindicación, al dueño de una cosa le asiste el derecho inherente para perseguirla, reclamarla y restituirla a su poder cuando haya salido de éste sin título jurídico o por título ilegítimo o insuficiente.
Dicho llanamente, reclamación de lo que le pertenece a uno...
Esta estrategia puede parecer provocativa, pero analizado de forma sosegada el problema que evoca la actuación arrogante y arbitraria del Gobierno asturiano ante la destitución primero y las demandas de rectificación después, es una invitación a ejercer con crispación el derecho que asiste al dueño de una cosa para perseguirla, reclamarla y restituirla a su poder.
Y es que Pepe, en el museo, era, es, más que un empleado al que se puede despedir con una simple indemnización, un copropietario.
Así considerado, podría parecer que se está abogando por una desintegración del museo. Nada más lejos de la realidad, se trata de una ruta integradora en cuanto a la unidad del museo.
Porque ser copropietario quiere decir que se comparte una propiedad y desde esta perspectiva caben acuerdos múltiples en los que se respeten los derechos de propiedad y la unidad del museo.
Es, ni más ni menos, reconocer fehacientemente la contribución de Pepe en las tres etapas fundamentales en la gestión global del Museo: creación, aportación y desarrollo.
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