In memóriam de un «roller» de 19 años
Hola, querido Adrián:
Te escribo esta carta porque desgraciadamente la precipitación de los acontecimientos de estos últimos días impidió que te lo pudiera decir en persona porque nos has dejado repentinamente a la misma velocidad del rayo con la que patinabas, con tan sólo 19 años.
Siendo como tú eras, estarás diciendo –para tratar de quitar hierro al asunto– con esa sonrisa en la cara que te caracterizaba que no tiene importancia y que no me preocupe.
Quiero decirte, querido Adri, con toda humildad que me siento muy honrada y orgullosa por ser la madre del que tú considerabas tu mejor amigo, Rodrigo, para mí es el título más importante que he ostentado en toda mi vida. El hecho de que tú fueses tan generoso y leal considerando a Rodrigo como tu mejor amigo ha cambiado mi vida para siempre y hace que desde ahora la palabra «amigo» para mí tenga un significado muy especial, puesto que la maravillosa circunstancia de vuestra amistad ha supuesto el mejor y mayor logro para mí como madre y persona, por encima incluso de cualquier éxito en el ámbito profesional o social.
Tú nos has enseñado a todos el auténtico significado y valor de la amistad, sin condiciones ni límites, sin juicios, prejuicios y valoraciones.
Me gustaría poder decirte tantas cosas que se me han quedado en el tintero y en el baúl de mis sentimientos, querido Adrián..., pero como «roller» que eras te has ido patinando tan rápido para competir en la última y más difícil carrera de tu vida que no me ha dado tiempo.
No me cabe la menor duda de que para ti ha sido la mejor manera de marcharse «a una velocidad de vértigo» como a la que a ti te gustaba patinar.
Sé que tú, al igual que todos los que formáis parte del patinaje extremo, «los roller», vivís la vida con tanta intensidad y a la misma velocidad con la que patináis que no os detenéis ni un instante tan siquiera para despediros ni de la propia vida, como en tu caso..., pero ése es vuestro «life motive», el mismo que os impulsa a vivir apurando y disfrutando hasta el límite la vida, como de si una competición se tratase.
Jamás se me olvidará la cara que tenías llena de alegría y satisfacción cuando pudiste ver cumplido el mayor de tus sueños, acudir a la competición de la Winter Class junto a tu mejor amigo, que se celebró en Berlín el pasado mes de febrero, ¡qué contenta estoy de que lo lograras!
Por último, querido Adri, quiero decirte también que no te preocupes (sé que últimamente lo estabas un poquito por tu familia). Tus padres y hermano Diego, tus amigos y colegas de la familia «roller» estamos tranquilos, protegidos e impregnados de tu vitalidad y alegría de vivir, ésa que tan bien nos supiste transmitir a todos, «el espíritu Adrián» vive y está en nosotros y hace que todos estemos muy unidos y más fuertes para afrontar tu ausencia y la tristeza que nos embarga.
¡Enhorabuena, campeón! Porque te has ganado la medalla de oro y el más alto honor de una competición en la que un «roller» como tú puede participar, ¡la de tu propia vida!
Tu distintivo ha sido la generosidad, lealtad y cariño a todos los que te rodeaban, haciendo de ello tu lema y filosofía de vida.
Estoy segura de que en estos momentos estarás patinando por algún «skatepark» escondido entre las nubes no muy lejos de nosotros, con tu melenilla al viento dedicándonos la mejor de tus sonrisas e intentando hacer una nueva pirueta o salto y «grindando» alguna barandilla.
Adrián, estás y estarás siempre presente entre nosotros, porque vives en nuestros corazones. Te queremos y jamás te olvidaremos.
¡Hasta siempre, Adri!, ¡hasta la vista, campeón!
Chelo Vives Pérez, Oviedo
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