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Amenazas intolerables

5 de Febrero del 2011 - Ramón Fernández-Cid Castaño (Oviedo)

En el Japón feudal de hace muchos años, cuyas tradiciones se han venido conservando a lo largo de los años dentro de las artes marciales denominadas genéricamente como budo, era costumbre que cuando dos ejércitos se encontraban a punto de comenzar una batalla general, algunos samuráis salieran de sus propias filas y dirigiéndose hacia las filas enemigas (que respetaban al muy honorable y valiente enemigo) gritaran su nombre y su rango. Eso era contestado de la misma forma por algún samurái del bando contrario que se enfrentaba en singular combate con él.

Oviedo no es, desde luego, el Japón feudal, y al parecer tampoco hay gente tan valiente y honorable como los samuráis de referencia.

Mi afirmación dimana de los hechos a los que estoy asistiendo atónito de un tiempo a esta parte: el linchamiento moral, y ahora se pretende que físico, de una persona cuyo único crimen ha sido poner el dinero que nadie quería poner en un club ruinoso del que todos se habían aprovechado, dejarse muchas horas de su tiempo, y muchos sinsabores en la gestión del mismo, y cuando la presión de aquellos que se dicen oviedistas, como los directivos de la APARO (a los que les cortó los mangoneos varios), le deciden a vender sus acciones –cuyo capital ha sido totalmente desembolsado, que le pertenecen legítimamente, y que puede hacer con ellas lo que le de la real gana– se ha hecho intolerable, decide vender a quien creía que reunía los requisitos para llevar a buen puerto el futuro del club, pero que no garantizaba el pago más que tarde, mal y nunca. Dichas presiones, ya de carácter mafioso, se tornan en insultos, amenazas, persecuciones y extorsiones, absolutamente intolerables en cualquier Estado de derecho.

La gota que colma el vaso es el vídeo colgado en Youtube denominado «Carta al bombillu», en el cual se vierten todo tipo de insultos y amenazas explícitas de muerte para Alberto González y los que tengan la osadía de apoyarle.

Ahora, permítanme que vuelva a referirme a la cita inicial del Japón feudal, es mi turno, ya que me siento directamente amenazado por este grupo cobarde que se denomina «ultras del Real Oviedo». Yo soy amigo de Alberto González, le apoyo en sus decisiones empresariales de las que puedo discrepar o no, pero, sobre todo, como amigo, le apoyo en sus decisiones personales.

Como el samurái, digo mi nombre y mi grado: me llamo Ramón Fernández-Cid y soy cinturón negro 7.º dan de kárate-do, del estilo shito-ryu, para ser más explícitos, y, por lo tanto, heredero de aquel samurái que gritaba su nombre y su grado. Como he dicho antes, me siento amenazado y reto al que sea a que haga lo mismo que yo: que dé la cara.

Oviedo es una ciudad pequeña, en la que nos conocemos casi todos, por eso los que me conocen saben que soy amigo de mis amigos y que siempre doy la cara. Aquellos que me amenazan lo tienen muy fácil: saben dónde encontrarme.

Espero que los amenazantes anónimos tengan los redaños de hacer lo mismo, y que no se justifiquen en el grupo, o el anonimato, para cometer sus tropelías, porque ya se sabe que seis huevos de codorniz nuca hicieron dos de pato.

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