Fortunato de Selgas, ilustrado y librepensador asturiano
Fortunato nació en Cudillero, el 21 de septiembre de 1838 y falleció en Madrid, el 7 de noviembre de 1921.
Miembro de una familia de siete hermanos, de los que sólo tres llegaron a la madurez, creó junto a uno de ellos, Ezequiel, un auténtico emporio económico. Comenzó los estudios de enseñanza media en 1850 en la facultad de filosofía de la Universidad Central, que abandonó para pasar al recién creado Instituto de Oviedo, donde se graduó de bachiller en 1856. Se licenció en 1864 en Derecho Civil y Canónico, estudios que realizó en la Universidad ovetense, y años más tarde en la Revista de Asturias.
A pesar de su formación inicial de índole jurídica, Fortunato de Selgas pronto desarrolló una importante labor en el campo de la arqueología y de la historia del arte. Ya como estudiante comenzó su colaboración en el periódico juvenil El Invierno, de temas históricos y en el año 1880 inició su labor como articulista publicando en revistas como Asturias Ilustrada y Científico-Literaria, Revista de Asturias, o el Boletín de la Sociedad Española de excursionistas.
Se convirtió en un erudito, especialmente en Bellas Artes y Arqueología. Perteneció a la Academia de la Historia, desde 1885 y de Bellas Artes de San Fernando, en 1906 y a la de Ciencias Históricas de Toledo. Fue un notable publicista, arqueólogo e historiador.
Sin lugar a dudas, su principal aportación a la historia del arte y a la arqueología fue la restauración de San Julián de los Prados, realizada entre 1912 y 1915 y pagada con su propio pecunio. En la memoria de la intervención de tan importante edificio alfonsí expone cuál debe ser el criterio de toda restauración programada para un edificio histórico: «se debe evitar el conservadurismo a ultranza, y consiguientemente antirrestaurador, y la restauración radical».
En San Julián de los Prados Fortunato de Selgas propuso la eliminación de los añadidos postizos barrocos, como las cubiertas abovedadas, para recuperar la primitiva disposición del artesonado de madera, suprimió las rejas de las ventanas y los encalados, además de devolverle al pórtico de acceso su diseño original, devolviendo, en definitiva, el edificio a su aspecto primitivo y recuperando sus valiosísimas pinturas murales.
Así, en una de sus principales actividades, la de arqueólogo-restaurador, se convirtió en el prototipo de erudito, de perfecto conocedor de la historia y en un innovador en las prácticas habituales de la disciplina en España.
Fortunato de Selgas se corresponde con la del ilustrado decimonónico, interesado por varios aspectos de la cultura nacional o regional que actúa a la vez como historiador del arte, como conservador, y que manifiesta cierto interés arqueologista por el rescate de piezas antiguas. Tal hecho está confirmado por la existencia en la propia colección de El Pito del cancel prerrománico procedente de la basílica de Santianes de Pravia, o del Ara Sextiana de Garrió.
Este interés de Fortunato de Selgas por la historia y el arte regionales conecta con los premisas regeneracionistas de su círculo intelectual asturiano, el «Grupo de Oviedo» o «Generación de la Quintana», compuesto por un grupo de catedráticos y profesores de la Universidad de Oviedo, inspiradores de la Extensión Universitaria entre los que destacan las figuras de don Félix Aramburu o el propio Fermín Canella. Todos ellos estaban vinculados al krausismo hispánico, emanado de la Institución Libre de Enseñanza y del propio Giner de los Ríos, entendido como un movimiento librepensador en el que la formación del individuo se convierte en la idea central. Así, la educación conduciría a un renacimiento ético, asiento en última instancia de la libertad y del progreso de la humanidad. Fortunato de Selgas comulgó por completo con las teorías institucionales comunes a su círculo de amistades en la Universidad de Oviedo.
Entre sus hallazgos caben destacar los del ara de Cornellana, situado en el parque de La Quinta y el altar y cancel de la basílica de Santianes de Pravia erigida por el rey Silo. Considerado como el más antiguo de España, lo adquirió en 1905 por 25 pesetas en una taberna, próxima a la villa praviana, donde hacía de mesa. Desde entonces se conserva en la cripta de la iglesia de Jesús Nazareno, frente al palacio, donde reposan los restos de la familia.
De su personalidad escribiera su gran amigo y compañero Fermín Canella: «Hombre de tales saberes, gustos y medios, supo hacer de su casa de Madrid y de su residencia de El Pito moradas, no a la manera de fastuosa residencia de una persona adinerada, sino de selecta mansión de un inteligente y culto amador y protector del Arte»
La gran fortuna acumulada en los negocios, fundamentalmente por Ezequiel, le permitió desarrollar una vocación intelectual y artística, guiada por un gran criterio. Compuso poemas en castellano y asturleonés. Realizó interesantes estudios e investigaciones en archivos y bibliotecas, llegando a poseer una gran erudición en temas artísticos y arqueológicos. Fue director del Museo de Reproducciones Artísticas. y miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia, de la de Bellas Artes de San Fernando y de la de Ciencias Históricas de Toledo. Renunció al título de conde de Selgas, propuesto por la Diputación de Asturias, Ayuntamiento de Cudillero, de Oviedo y Muros del Nalón.
Realizó frecuentes viajes por Europa y, especialmente, por España, de la que conocía perfectamente su riqueza monumental, realizando incesantes estudios en sus archivos y bibliotecas. Llegó a ser uno de los hombres más ilustrados de España, alcanzando un gran conocimiento de los monumentos de nuestro país.
Con su hermano Ezequiel, levantó el palacio de El Pito para museo privado, fábrica de gran mérito histórico-artístico, en el que se encuentran lienzos de El Greco, Tiziano y Francisco de Goya, entre otros. Él mismo diseñó el edificio de la Quinta, aunque los planos se prestó a firmarlos, para darles validez legal, su amigo, el arquitecto Vicente Lampérez. La construcción de la Quinta, edificio señero del conjunto se completó entre los años 1883 y 1895, siguiendo las directrices de sus propietarios que controlaban muy directamente la evolución y transformaciones de la obra. En ella concurrieron reputadas casas comerciales principalmente extranjeras como Kaeller & Cié, Blaton Aubert o Huber Frerés y algunas nacionales como La Imperial.
Los edificios se rodearon con un conjunto de jardines cuidadosamente diseñados, recreando una tipología de tradición en España desde el Renacimiento. En el entorno natural de El Pito nos encontramos ante una doble influencia y la concepción de la naturaleza dominada oscila así entre la idea casi selvática, y por supuesto romántica, del jardín inglés y el espíritu regulador de la jardinería francesa.
Para la decoración pictórica de los techos de la Quinta, la familia Selgas recurrió a los pintores asentados durante la etapa estival en la vecina localidad de Muros del Nalón. Esta colonia artística, inspirada por Castro Plasencia, frecuentó desde 1884 los salones de El Pito estableciéndose una sólida relación de amistad, que cuajó en la realización por parte de Plasencia de los techos del edificio y a la inversa con el proyecto de colonia estable diseñado por Fortunato para sus amigos «coloniales».
Fortunato de Selgas diseñó un complejo integrado por un edificio central con embarcadero al modo de chalet suizo (similar al edificio de El Pito) con viviendas unifamiliares para cada integrante inspiradas en la arquitectura popular asturiana. El proyecto se truncó por los inconvenientes burocráticos en la gestión del expediente y, sobre todo, después del fallecimiento del pintor en mayo de 1890 continuó los trabajos como artista igualmente relacionado con el grupo de trabajo artístico de Muros, Manuel Domínguez.
El diseño historicista de los edificios, el recurso a determinadas firmas comerciales e incluso la contratación de Plasencia y Domínguez para los trabajos decorativos atestiguan la vinculación estrecha entre los Selgas y los modos de la alta burguesía madrileña. Se utilizan en El Pito las mismas tipologías arquitectónicas, idéntica composición decorativa e incluso se recurre a un espíritu o filosofía coleccionista.
Entre las obras de arte con las que nos podemos encontrar aquí¬, destacarían las numerosas pinturas de los maestros españoles de los siglos XVIII y XIX, destacando sobre todos el Aní¬bal Vencedor contempla por primera vez Italia desde los Alpes, de Goya, descubierto hace relativamente pocos años en la misma Quinta y que anteriormente se habí¬a dado por perdido, o el retrato del general Palafox del mismo pintor aragonés.
En la biblioteca podemos contemplar la Asunción de la Virgen de El Greco, así¬ como algunos lienzos de escuela italiana atribuidos a Luca Giordano, que recuerdan mucho a las composiciones realizadas por este pintor en los techos de la Basí¬lica de El Escorial. En la Sala Luis XIII tenemos el Retrato de Felipe II de Rubens. Así¬ hasta un total de casi 200 cuadros de las escuelas italiana, francesa, flamenca y española de los siglos XV al XVII. Completan la valiosa colección: libros raros, porcelanas, cristalerí¬as, esculturas y muebles de estilos diversos.
La iglesia de Jesús de Nazareno está situada fuera del recinto denominado La Quinta en el Pito, en Cudillero(Asturias). Construida a finales del siglo XIX, de estilo ecléptico neomedieval.
Se trata de una iglesia-panteón promovida por Fortunato de Selgas y construida a finales del siglo XIX y principios del XX, siendo inaugurada en 1914 por la infanta y princesa de Asturias doña Isabel de Borbón y Borbón en el año 1914.
La iglesia se construyó dentro del estilo románico del siglo XII y posee unas imágenes y vidrieras de cierta importancia, pero lo más importante de la iglesia es la cripta. La cripta es el emplazamiento del panteón familiar, pero lo más significativo es la existencia del altar religioso más antiguo de España.
El altar está fechado en el siglo VIII siendo erigido por el rey Silo como altar de la iglesia de Santianes de Pravia. A los laterales se conservan también dos canceles prerrománicos, también de Santianes de Pravia.
A principos de 2008 el altar y los canceles fueron traslados a una sala del palacio de los Selgas-Fagalde.
Otra obra importante de Fortunato de Selgas fueron las denominadas Escuelas de Selgas construidas en la década de los años 20 del siglo XX, en El Pito, concejo de Cudillero.
Daban formación a más de 200 niños de la zona, que recibían una enseñanza armónica y muy avanzada para su época, que incluía materias como el conocimiento de la naturaleza, las profesiones, las labores agrícolas y el mundo industrial. Además de lo anterior los alimentaban y vestían algo básico en una época donde la miseria y el hambre azotaba las zonas rurales de Asturias.
Fortunato se casó con María Marín Gisbert y la pasión, el amor, la ilusión y los desvelos tanto de él como de su hermano Ezequiel, encontraron afortunadamente continuidad en dos de los tres hijos habidos del matrimonio, Ezequiel y Juan Selgas Marín, ya que el nacido en segundo lugar, José, falleció muy pronto. Ezequiel y Juan, fallecidos en 1958 y 1959 respectivamente, contrajeron matrimonio con las hermanas Carmen (1896-1992) y Manola (1907-1991) Fagalde Herce, y al igual que sus esposos, supieron mantener viva la llama heredada hasta el último momento de sus días, dejando patente su amor por su tierra de adopción y responsabilidad por la herencia recibida.
A pesar de su privilegiada posición económica y su amplia cultura, Fortunato de Selgas fue un hombre modesto y poco amigo de figurar, al que le gustaba dedicarse a los estudios históricos y arqueológicos y a realizar obras benéficas, entre las cuales hay que destacar la iglesia (Jesús de Nazareno), el cementerio y, sobre todo, las escuelas de El Pito, de Instrucción Primaria y Comercio, que realizaron una gran labor docente. En Madrid, su otra residencia, colaboró decididamente con iniciativas sociales tales como las cantinas escolares y el Centro Protector de Ciegos.
Escribió numerosas obras entre las que destacan:
Jovellanos considerado como crítico de Bellas Artes (1883)
La primitiva basílica de Santianes de Pravia y su panteón regio (1902)
Origen, fuero y monumentos de Avilés (1907)
Monumentos ovetenses del siglo IX (1908). Obra que estamos revisando y analizando en este trabajo.
La basílica de San Julián de los Prados -Santullano- en Oviedo. Estudio de las restauraciones efectuadas en 1912-15 (1916).
Al no dejar descendencia, los bienes de la familia pasaron a ser administrados, tal y como quedó dispuesto en testamento, por una Fundación Selgas-Fagalde-, integrada por quince personas, nueve representan a la familia, y el resto a partes iguales a la Iglesia, el Gobierno del Principado y la Universidad de Oviedo.
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