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Mina de oro, no, gracias

22 de Octubre del 2011 - Fernando Simón Rodríguez (Tapia de Casariego)

No es la primera vez que acudo a este espacio de cartas al director –ésta es la segunda– refiriéndome al tema de la explotación de la mina de oro en Salave (Tapia de Casariego).

Todo por defender lo más preciado que el ser humano debe conservar: la Naturaleza.

Sigo de cerca las insinuaciones de una empresa que se dice llamar Asturgold, y sus envites tras envites para llevar a su fin sus pretensiones.

Recientemente, en una crónica local de Tapia publicada en este periódico, se recogía el malestar de la citada empresa sobre un coloquio acontecido este verano en el auditorio de Tapia, en el cual los ponentes, personas conocedoras y cualificadas, nos dieron a entender a los allí presentes los peligros catastróficos que, demostradamente, traen consigo las prospecciones de las minas de oro. Por cierto, he de decir que el lleno fue absoluto y lo allí comentado no difiere ni un ápice de la realidad allá donde ha habido estas explotaciones, por el daño que han dejado tras de sí y que estos señores nos avanzaron en su coloquio.

Yo he recopilado un dossier por internet que corrobora todo lo escuchado. Pienso, personalmente, con el mayor de los respetos, que estas empresas deberían tener la honestidad de decir en cierto modo la verdad.

Pero, claro es, no se puede, porque dañaría los ansiados intereses.

Observo que, entre otras actuaciones, tratan los mismos de comerles el coco a personas a las que la necesidad imperiosa que existe de puestos de trabajo en nuestra sociedad, por el paro, disfrazando la realidad. Comentan que tienen más de 3.000 currículum en sus oficinas. Me pregunto: ¿Por qué no citan a cuántos cuentan emplear, pues el sobrante, que es amplio, sería desolador para quienes no pudieran lograr un puesto quedándose con la miel en la boca, con el consecuente daño moral que eso conlleva?

También convendría hacer, por parte de la citada empresa, reflexión de los otros puestos de trabajo: me refiero a los que se perderían; y citaré, entre otros, a ganaderos, agricultores, pesca, hostelería, turismo, servicios, etcétera, dado que esta explotación pudiera traer tras de sí (como está demostrado y los señores ponentes que participaron en la charla evidenciaron) un holocausto de daños irreparables para los seres vivos, medio ambiente y corrientes subterráneas; pues sabido es que prospecciones de este tipo de minas de oro generan residuos; entre otros, cianuro, mercurio, arsénico, cromo hexavalente (metal a todas luces cancerígeno) y otros que no cito.

Ahora me pregunto yo, y juzguen ustedes, si merece la pena que a cambio del enriquecimiento de cuatro se puedan sacrificar generaciones de miles de personas, animales, fauna y flora, condenándolos tal vez a daños irreparables (tal como han hecho otras minas ya explotadas).

Termino este escrito no sin antes hacer un llamamiento a todas las personas de buena fe y con sentido común –tan necesario en este caso– a no quedarse estáticas ante posibles acontecimientos y ruego que no se dejen engañar por falsos profetas, que entre otros los hay que dicen ser licenciados en ciencias químicas, los cuales disfrazan la realidad premeditadamente a sabiendas de que mienten.

Considero que debemos dejar a nuestros hijos y nietos, y a quienes les sucedan, una tierra libre de muerte innecesaria, que transportaría alimentos llenos de contaminación –y, cómo no, el medio ambiente– con las secuelas antes citadas.

Por eso, como ciudadano libre que soy, quiero aportar mi grano de arena diciendo como un tapiego más: Oro no, sino vida para todos. ¡Oro, no, gracias!

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