Catástrofe de altos vuelos
La compañía aérea Spanair, de una manera poco ortodoxa, anuncia la suspensión de todos sus vuelos, provocando un grave problema a todos aquellos pasajeros que tenían billetes para viajar con esta operadora. Por cierto, las medidas tomadas por otros países en la solución de estas cancelaciones, no han sido tan traumáticas e injustas como aquí. Las medidas tomadas fuera han sido: cambio del vuelo sin coste alguno en otra compañía o devolución inmediata del dinero. Aquí, si querían buscar otro vuelo, tenían que pagar entre 60, 90 ó 100 euros por la recolocación del viaje en otra compañía. La devolución del dinero: si pagaron con tarjeta de crédito, debían acudir al banco, y si fue en efectivo, a la agencia de viajes. Lo de siempre, medidas obsoletas por falta de previsión.
Es obvio que, ésta era la gota que colmaba el vaso, y tras arduas negociaciones de los propietarios de Spanair (entre ellos La Generalitat de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona) para inyectar capital privado, éstas han fracasado, y las empresas interesadas no han visto la rentabilidad para hacerlo. La continuidad no era viable poniendo en riesgo capital público, como así lo han declarado los dirigentes políticos.
Efectivamente, a perro flaco todo son pulgas. La inviabilidad financiera de la compañía, dejará a más de 2.000 empleados sin trabajo; además de las consabidas deudas a Bancos, proveedores, acreedores, etcétera. Pero no por ello se librará del expediente sancionador que anuncia Ana Pastor, ministra de Fomento, y que asciende a 9 millones de euros. Veremos si el patrimonio da para tanto.
Una catástrofe más, ésta de altos vuelos. Lo que ocurre es que, en estos momentos lo que al país le interesa es levantarlos. Pero, a perro flaco...
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