Carta abierta a la Real Academia Española sobre el avance de la vigésima tercera edición del DRAE
Parece ser que la RAE está a punto de sacar a la calle (en el 2013) la vigésima tercera edición del Diccionario (DRAE). Como ya hizo en otras ocasiones, con esta renovación pretende suprimir términos que dejaron de usarse, incorporará otros de nuevo uso que ya nos anunció a través de los medios de comunicación, y también tiene previsto enmendar unos cientos de artículos total o parcialmente.
Uno de ellos va a ser la palabra «guaje», que ya corrigió en la vigésima primera edición (año 1992) al incorporar en la primera acepción «niño, muchacho, jovenzuelo». Fuentes próximas a la RAE dicen que a esta acepción se le va a eliminar el valor despectivo de «jovenzuelo», la única enmienda en toda la entrada para el término.
Con esta carta se propone una modificación mucho más profunda.
De las cinco acepciones que tiene la entrada «guaje» en la vigésima segunda edición del DRAE (y que mantendrá en la siguiente), sólo la primera tiene un uso universal en el tiempo y en el espacio, no así las cuatro restantes, que restringen su uso a algunos países de Centroamérica (El Salvador, Honduras, México y Nicaragua) con diferentes significados (tipo de planta o de fruto, y también «tonto, bobo»).
Pero resulta bastante evidente, sobre todo si lo vemos desde Asturias, que la primera acepción («niño, muchacho, jovenzuelo») tiene un uso muy restringido. No se emplea en América ni es común en toda esta parte continental del Atlántico.
En España, «guaje» es una palabra que pertenece exclusivamente al dominio lingüístico del asturiano. Sirva como ejemplo el caso de asociar «el Guaje» con el futbolista David Villa por parte de la prensa nacional. La RAE contraviene así sus propias normas en la elaboración del Diccionario, que dicen que todo vocablo que no tenga un uso corriente debe especificarse como anticuado, familiar, figurado, provincial, hispanoamericano, técnico o de germanía. Por lo tanto, debería marcar el término con algún rasgo espacial o temporal.
Tampoco acierta el DRAE en la etimología. En el avance de la vigésima tercera edición sigue manteniendo que procede del nahua «uaxin».
Influenciada por Joan Corominas (Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico, DCECH) y otros etimologistas, defiende que el término procede del náhuatl –una lengua amerindia en la zona mexicana de Oaxaca– «uaxin», «lugar donde crecen unos árboles llamados guajes». Es verdad que este origen puede ser la base de algunos significados:
l.–Árbol silvestre de la especie de las acacias con el nombre científico «Leucaena leucocephata».
2.–Cáscara alargada de una gramínea mexicana.
3.–Instrumento musical de viento usado ya por los mayas.
4.–Pieza ornamental hecha de plata u otro material noble en forma de pera.
5.–Diferentes topónimos en México, Nuevo México y El Salvador.
Estos etimologistas (Corominas y Pascual entre ellos) mantienen que la acepción que se registra en México y Honduras de «guaje» con el significado de «bobo, tonto» (que aparece en el DRAE en su cuarta acepción) procedía de la expresión indígena «guajalote», «pavo común, tonto», documentada en el siglo XIX.
Por tanto, aparecen dos étimos con dos significados diferentes (según Joan Corominas, José Antonio Pascual y otros):
–Del náhuatl «uaxin», «tipo de árbol».
–De la expresión amerindia «guajalote», «tonto».
Esta sería la etimología y el significado básico de las acepciones segunda, tercera, cuarta y quinta del DRAE, pero no de la primera, muy alejada del resto.
No parece claro que la primera acepción de la palabra llegara de América a España con los indianos, porque no está presente en los lugares con más tradición migratoria a América (Galicia, Extremadura, País Vasco, etcétera). En Asturias tampoco aparece en los concejos con más emigrantes (Llanes, Ribadesella, Valdés, Allande, etcétera) y esto es así porque el término «guaje» con el significado académico de «niño» tiene otro origen diferente al que proponen el DRAE y el DCECH.
Es una palabra de origen inglés que se emplea en una parte del dominio lingüístico del asturiano, en la parte donde el sector productivo del carbón de hulla tiene una presencia importante, no marginal. Es, por tanto, una palabra que tiene un origen minero.
De las Islas Británicas llegaron numerosos vocablos mineros a nuestras incipientes explotaciones hulleras, porque fue allí donde el uso del vapor dio origen a la Revolución Industrial, que encumbró al carbón como el combustible del momento. Muchos de sus ingenios de laboreo se incorporaron en nuestras capas carboneras, promovidos por los técnicos británicos que los pusieron en marcha. El término minero «guaje» puede estar relacionado con el verbo inglés «wash», «lavar con agua», porque una parte del proceso comercial del carbón es el lavado en el exterior de la mina. En inglés, este proceso del lavado de la hulla se llama «washing», y el que participa en el proceso es «washer», «el que lava». Estos obreros que lavaban el carbón a finales del XIX y principios del XX eran los niños, aquí y en la mayor de las Islas Británicas, los que todavía no tenían la edad necesaria para trabajar en el interior. Hubo una identificación, una metonimia, entre los que lavaban el carbón en el exterior de la mina y el proceso de lavado, con el resultado actual de «guaje» (en asturiano, más cercano al étimo, con la hache aspirada «guah.e») con un refuerzo consonántico velar al inicio (exactamente igual que otro término minero de origen inglés «winch» > «güinche»). La aspiración de la hache en asturiano (velarizada en castellano) se reforzaría para evitar la confusión con el término parónimo «guaxa», «personaje mitológico que representa la muerte», casi antónimo.
No debemos olvidar que es en marzo del año 1900 cuando las Cortes españolas legislan que la edad mínima para trabajar son los diez años, y que los niños entre 10 y 14 años no pueden trabajar más de ocho horas diarias.
Otro dato que refuerza el origen minero de «guaje» en el dominio lingüístico del asturiano es que sólo aparece registrado en el vocabulario tradicional de los concejos mineros, con la anotación de que en algunos figura como voz moderna (en el Diccionario Bable, Rato, 1891).Y no aparece en los concejos asturianos sin tradición minera (Cabranes, Candamo. Colunga, Llanes, Tapia. Vegadeo, etcétera).
Para finalizar, parece que estamos ante dos palabras homófonas, de dos dominios lingüísticos diferentes, y con significados diferentes, a pesar de lo que digan algunos diccionarios, como el DRAE, que quieren unificar ambas palabras.
Por una parte, está la castellana «guaje», que se forma a partir de dos étimos («uaxin» y «guajalote») desde las lenguas amerindias y que presentan dos significados diferentes «tipo de árbol» y «tonto» (acepciones segunda, tercera, cuarta y quinta del DRAE en sus últimas ediciones, todas con marcas geográficas).
Por otra parte, está la castellana «guaje» con el significado de «niño» (acepción primera del DRAE desde la edición de 1992), que procede de la asturiana «guah.e», incorporada recientemente (finales de XIX y principios del XX) a partir del verbo inglés «wash» con un significado exclusivamente minero, de ahí que entre la gente minera todavía sea sinónima de «rampleru».
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