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La costera del turista

La capital gozoniega se orienta en el nuevo mapa del declive de la pesca buscando estrategias que capten visitantes, hagan visibles sus potencialidades turísticas y no desfiguren su esencia marinera

Marcos Palicio / Luanco (Gozón)

La «Romaniella» se vende. Lo anuncia el cartel con dos números de teléfono que la lancha tiene atado a proa y que aquí puede ser la metáfora de un cambio de rumbo. A su alrededor, en el viejo muelle pesquero de Luanco, sólo amarra hoy otro puñado muy escaso de embarcaciones. «Quedarán en total 25», todavía unas cincuenta personas en los números redondos de José Luis Gutiérrez, patrón mayor de la cofradía luanquina, nada que ver en todo caso con lo que ocurre al otro lado de la playa, en el nuevo puerto deportivo del Gayo, donde la superpoblación de botes de recreo no resistiría las comparaciones con sus casi doscientos atraques sin contar los de la lista de espera. Luanco, bien lo saben en los dos sitios, es esta villa marinera recolocada por necesidad en la competitiva industria del ocio, sorprendida hace tiempo buscando su sitio entre muchísimos más turistas que pescadores y poniendo tanto empeño en venderse bien como en hacerlo sin traicionarse ni «perder su identidad» de puerto de mar. Según por dónde se mire, la capital gozoniega es también este pueblo «urbanísticamente masacrado»; este medio urbano con dos playas y dos puertos que al decir del cronista oficial de Gozón, Ignacio Pando, creció «sin pararse a pensar qué quería ser o qué tipo de gente quería atraer», que de algún modo ha entrado en el siglo XXI urgido a detenerse y volver sobre sí mismo, a gestionar lo que ha tenido siempre decidiéndose a empaquetarlo de otra manera. Apremiado a recapitular sus múltiples valores y ponerlos en el escaparate, a progresar profundizando en las esencias de su origen marinero y a ofrecer «turismo verdad», al natural, sin «escamas compradas en la tienda ni olores de espray». Mientras habla, Pando ha apartado la vista de la urbanización de Peroño. Sus edificios y chalets trepan por la colina que cierra el paisaje urbano por el Norte y miran al Cantábrico por encima de la playa, compitiendo con el Luanco tradicional, sobresaliendo por detrás de la torre de la iglesia en el perfil que dibuja la villa a los ojos del que la mira acercándose por la AS-118 desde Candás.

No estaba en el guión, al entender de Pando, el silencio de Peroño una tarde soleada de final de verano. Ni las persianas bajadas de las residencias auxiliares, ni la exuberancia urbanística de la colonia de chalets y bloques gemelos que se escalonan en la loma sin nada que ver con el aspecto del resto de la villa. Se escapan del patrón de crecimiento que, al decir del cronista oficial, necesita esta capital que da el perfil de reducto urbano emergente en abierto contraste con el declive agrario que la rodea en su concejo. Luanco encaja sin dificultad en el modelo que tiende a concentrar en las capitales la población y la vida que pierde el resto rural de los municipios y los números son testigos. En el trayecto que va de 2001 a 2010, Luanco ha cambiado aquellos 5.047 habitantes por estos 5.423, muchísimos más en verano, mientras Gozón sufría en caída libre de 11.123 a 10.788 y cerraba la primera década del siglo levemente por encima de su cota más baja en seis décadas. En estos diez años, la capital gozoniega ha pasado de agrupar al 45,37 por ciento de la población de su concejo en 2001 a clavar casi exactamente el cincuenta en la cifra más reciente. «Hay mucha gente en el medio rural del municipio», explica el cronista, «que cerró ganaderías y explotaciones agrarias para fijar su residencia aquí», al calor de los servicios que ofrece la capital, pero huyendo asimismo de las dificultades, también urbanísticas, para seguir viviendo en los pueblos. «Población nueva de fuera», no obstante, «ha venido poca», observa Pando. «Tendrían que haber sido muchos más» a la vista de las posibilidades que también observa Víctor Cuervo, técnico responsable de formación y empleo en el Ayuntamiento de Gozón, en una capital bien surtida de algunos servicios y atractivos estéticos, «estratégicamente situada en el centro de Asturias y con una imagen turística positiva».

«Pero está abandonado». El turista, la cámara al hombro y la mochila a la espalda, no se refiere a Luanco. Acaba de leer los datos abundantes que da un panel callejero sobre el palacio de los Menéndez de la Pola, en el número 37 de la calle de La Riba, frente a la iglesia de Santa María. Se ha parado a saborear su torre cuadrangular y sus corredores, los blasones labrados a los dos lados de la puerta principal y los aleros de madera tallada, pero también las ventanas tapiadas y las manos de pintura que la fachada está pidiendo a gritos. Rehabilitarla, reabrirla y darle un uso público es un asunto que, al decir del alcalde de Gozón, Salvador Fernández (PP), depende de las conversaciones a tres bandas entre «las administraciones local y regional y la propiedad de la "Casa de la Pola"». «Pero pasa sobre todo», enlaza el regidor, «por un acto de generosidad de la Casa de la Pola hacia los vecinos de Gozón».

La lista de cosas para enseñar y mejorar se extiende en Luanco por debajo de lo que se percibe a simple vista. Resumiendo mucho, los planos turísticos señalizan ese palacio y una casa modernista, el decano de los museos de Asturias -el marítimo empezó en 1948-, y en general ese puerto de mar y este pueblo azul marino que todavía se reconoce en su casco antiguo etiquetado por la torre de la iglesia, distinguido el conjunto con el sello de Bien de Interés Cultural. Juan Luis González, empresario con restaurante y hotel frente a la playa urbana de La Ribera, sintetizará con la experiencia propia que «somos ricos en paisaje y gastronomía», pero no sólo. «Seguramente podemos buscar un equilibrio entre cultura, patrimonio y turismo», le sigue Víctor Cuervo con el dedo en la llaga de la sustancia del futuro. En el innegable protagonismo de la explotación turística, hostelera y comercial, buscan respuesta las preguntas que inquieren cómo y dónde vender la mercancía y, sobre todo, cómo y dónde hacer ver que existe. El director del Museo Marítimo de Asturias, José Ramón García López, también habla de lo que ve cuando asegura que de la colección «prácticamente ningún visitante se va descontento, el problema es traerlo hasta Luanco y hacer que atraviese la puerta». Lo mismo pasa de la entrada del centro hacia afuera, donde se percibe cierta necesidad de saber vender además de cuidar el producto, de alguna ayuda institucional para poder agitar los brazos y abrir de par en par las cortinas del escaparate. De los cerca de 30.000 visitantes anuales de la muestra marinera luanquina, «la mitad entran en el día gratuito, el martes, y eso que la entrada cuesta 1,50 euros», lamenta el director, y «hay muchos que acaban el recorrido admirados, pero confesando que no sabían que esto estaba aquí». «Cuando el paisano ha llegado podemos ofrecerle mucho», remata Luis Gallego, empresario y presidente del Marino de Luanco, «pero hay que traerlo». La receta reclama un modo para «atraer a esta villa», pide el alcalde de Gozón, «un turismo de calidad que disfrute de la belleza de nuestro pueblo, de sus playas, de nuestra gastronomía, de nuestro puerto deportivo, de nuestras fiestas, de nuestros museos, monumentos y eventos». Su cómo se responde con la necesidad de «involucrar en una apuesta por la calidad a nuestros comerciantes y a nuestros hosteleros, deberemos buscar plazas de aparcamiento o concienzar a nuestros ciudadanos del respeto por el medio ambiente».

La certeza de que en esa dirección queda algún trecho de camino tiene algunos otros ejemplos visibles. Amador Rodríguez Mori, empresario hotelero y presidente de la asociación de turismo rural de la comarca del Cabo Peñas, recuerda que las señales que orientan por toda la villa hacia el Museo Marítimo «las tuvo que instalar su director» y Juan Luis González llama la atención sobre las dificultades económicas para sostener, sin ayuda del Principado, «posiblemente el único museo de Asturias que no está siendo potenciado por la Administración». El Alcalde observa «buena sintonía» en sus conversaciones sobre este asunto con el nuevo Gobierno regional, pero al hostelero se le ocurren otras vías de agua en su sector por falta de auxilio institucional, «dos años peleando para incluir una partida presupuestaria específica de promoción turística, que no es para el turismo, sino para todo el concejo», y al menos otros tantos, le ataja Rodríguez Mori, «esperando para dar de alta un portal turístico» para el concejo. «Ya está pagado, con fondos del plan Leader, y no somos capaces», enlaza el empresario con una mirada de reojo hacia el edificio moderno con la fachada de cristales azulados que aloja el Ayuntamiento de Gozón. Luanco ofrece 155 camas en seis establecimientos turísticos, cinco hoteles y unos apartamentos, y Mori señala la oportunidad que nació con el centro cultural Oscar Niemeyer, con Avilés reconvertido en centro turístico y por qué no Luanco, sostiene, incorporado a su mancomunidad turística para empaquetar sus recursos en las nuevas rutas de visitantes que prometen llenar la Villa del Adelantado. Puede que sea esa, a su juicio, una de las salidas que están esperando el paisaje, el patrimonio y la cultura luanquinas y sus recursos, todos esos que siguen ahí, aguardando una mano que los sepa mover, al decir de Ignacio Pando más bien «ordenar y enseñar a la gente cómo lo puede disfrutar y, ya puestos, que no sólo el sol es interesante, que la niebla y el agua también son a veces meteoros muy satisfactorios».

Encallaron las «vacaciones en el mar»

José Luis Gutiérrez observó en Cerdeña una oportunidad y al volver a Luanco lo que le iba a costar hacerla real. Para una cofradía con los pescadores en retroceso parecía una oportunidad subir turistas a los barcos de pesca, «enseñarles cómo trabajamos» y armar una ruta completa con la mar de fondo, enseñando el paisaje de otro modo, haciendo turismo real de inmersión y experiencias y rentabilizando la cultura marinera sin condenarla sólo a la reclusión en un museo. Tenía sus fallos, pero era «una virguería». Al volver, contó aquí lo que era el «proyecto sagital», «de adaptación para la gestión de iniciativas turístico-pesqueras en áreas litorales», de paternidad europea y hundido aquí por los obstáculos legislativos y de seguridad. «No nos autorizaron ni una experiencia piloto», lamenta el patrón mayor. Así encalló el «turismo pesquero» en Luanco, así se ilustra un fracaso que sirve para mostrar lo que cuesta sacar conejos de la chistera que diferencien el turismo de aquí. Hubo que haber sabido armonizar coste y beneficio, avanza Luis Gallego: «La Ensidesa también contaminaba, pero daba de comer».

Aquel «proyecto sagital» de la pesca turística había escogido el Cabo Peñas junto a otras tres zonas de España -el Golfo de Cádiz y las islas canarias de La Graciosa y La Palma- precisamente por ser tres de las áreas del litoral español «más afectadas por la crisis del sector pesquero», pero no hubo caso. Se cerró otra puerta, se escapó aquel tren para cerrar el ciclo que va de la mar al plato, pero aquí sigue saltando a la vista que los recursos existen.

Dicho en el idioma marinero de aquí, José Ramón García resumirá que hace falta un «enguado» -«macizo para los de fuera»-, un señuelo de los que se usan en la mar para hacer que los peces se acerquen y poder echarles la caña con más facilidad. El mejor, le avanzan aquí, «sería este paquete irresistible» que envuelven el casco antiguo y la mar de Luanco, para comer después del pescado, marañuelas o «leche presa» e iniciativas singulares, algunas perdidas y otras perdidas y recuperadas, de esas que no se ven en ningún otro lado, como el tenis playa de casi todos los veranos desde hace cuarenta. A la hora de pensar el futuro de Luanco puede que sirva, vienen a decir aquí, aquella imaginación de los que no tenían pista ni apenas más redes que las de pesca y decidieron utilizar también para el tenis casi lo único que tenían a mano en el Luanco de los primeros setenta, la playa de La Ribera. Ha resistido hasta hoy con una parte de lo mejor del tenis nacional en el palmarés del torneo e impregnando la vida de la villa, como demuestran los niños que ahora juegan en el parque Zapardel al béisbol, pero con raquetas y pelotas de tenis.

Hoy, como casi siempre desde que la pesca acompasó su declive al de la agricultura y la ganadería, el futuro nace aquí casi monopolizado por el sector terciario. El sobreesfuerzo, las artes destructivas y la contaminación colaboraron con la falta de relevo en los barcos para configurar un resumen de empleo por áreas productivas que en el conjunto del concejo de Gozón hacen que los servicios doblen al siguiente -la industria- en la última estadística publicada por Sadei, la de 2009. La hostelería reconoce que necesita mejorar, acepta Juan Luis González, y que tal vez le haga falta «más profesionalidad», avanza Amador Rodríguez, pero otra vez, también aquí, las bases tienen robustos los cimientos. «Nada tiene que ver comer aquí con hacerlo en cualquier otro lado», zanja el hostelero señalando el mar desde el comedor de su restaurante, y mientras los hoteles de verdad sufren por la reproducción de alquileres ilegales en condiciones «tercermundistas», el comercio invita a saber que todo debe medrar aquí arrastrado por la misma cadena. Irene Alba, presidenta de Gozón Empresarios y Comerciantes Asociados (Geyca), ilustra la demanda de fusión de esfuerzos con la de un «centro comercial abierto» para una villa que podría «potenciar su comercio con más libertad de horarios o una imagen corporativa unificada». Su receta se sintetiza en «más formación, más unión, ser más conscientes de lo que tenemos y conocer lo que hacen los demás».

Es la sensación de que solo, aislado y sin ayuda, no funcionará nada. El turismo, tampoco. Eulalia Bouzón, presidenta de la Asociación de Vecinos «Luanco Progresa», expone sus dudas acerca de que «vaya a ser la panacea» este turismo fuertemente recluido en el «mes y medio que dura aquí el verano» -«del 10 de julio al 25 de agosto», afina Luis Gallego- y José Ramón García invita a extender más el abanico de las expectativas. «Los sectores productivos son tres», afirma, «y no tenemos por qué descartar ninguno». La industria, por ejemplo: «Estando como estamos casi exactamente entre Avilés y Gijón, entre dos puertos, un polígono industrial podría  tener sentido, obviamente no en el centro del pueblo, pero sí en algunas zonas marginales, sabiendo además que se trata de una actividad más permanente y menos coyuntural que el turismo». Para todo, concluye Irene Alba, el secreto «es que nosotros mismos nos lo creamos». «La fe», que no sólo es el título de la novela de Armando Palacio Valdés en la que Luanco se llama de otra manera, «Peñascosa».

La importancia de mantener la sustancia

La defensa de lo propio, paso previo imprescindible para poder venderlo al visitante, se sustancia en la demanda de Ignacio Pando, cronista oficial de Gozón, allí donde afirma categóricamente que «como no haya un plan urbanístico razonable y racional y un estudio de los lugares a proteger, aquí dentro de cuatro días no quedará nada que enseñar». La defensa del patrimonio y del medio ambiente se aparece capital en su versión del futuro de esta villa, que, a su juicio, se expandió en algunas zonas de forma desordenada al ritmo de la explosión inmobiliaria del pasado reciente. No repetir viejos errores equivaldría, avanza su teoría, a restañar en lo posible las heridas y a no repetir las agresiones, a mantener la fidelidad a las esencias y a seguir siendo a su manera «una villa que viva de la mar».

Luanco creció y explotó su potencialidad para la segunda residencia, un modelo que agranda la distancia entre los veranos y los inviernos, pero que no es denostable cuando habla el alcalde de Gozón. Aunque de todas las viviendas del concejo el 41 por ciento tuviera ya en el año 2001 la consideración de «no principal», según Sadei, ahí no hay «peligro para el turismo y los servicios de la capital», sostiene Salvador Fernández. «Pagan sus impuestos, y aunque es cierto que también los costes aumentan, cada vez son más las personas que fijan su residencia definitiva en la villa».

El Mirador

Propuestas para mejorar el futuro

_ El centro, comercial

La asociación profesional de empresarios del comercio de Gozón concreta su propuesta de unificación de esfuerzos en la idea de configurar en la villa capital «un centro comercial abierto». No sólo con más tiempo de apertura, afirma Irene Alba, presidenta del colectivo, también con «una imagen corporativa unificada, rebajas, promociones comerciales conjuntas...».

_ El puerto y la playa

La playa urbana de La Ribera está «totalmente abandonada» al decir de Amador Rodríguez Mori. La dotación de servicios en el puerto, mientras tanto, depende, según el alcalde, Salvador Fernández, «del Principado y yo creo que también de la iniciativa privada para su gestión. En la legislatura pasada, la Dirección General de Pesca decía que tenía una partida para construir almacenes y la nueva cofradía». El Ayuntamiento prevé además «un edificio múltiple de usos deportivos (vela, remo o piragüismo), una cafetería y un aparcamiento subterráneo».

_ El museo

El Museo Marítimo de Asturias presume de ser el decano del Principado -nació en 1948- y del apellido que lo hace regional, aunque hasta ahora le haya servido de poco. Los problemas de financiación indujeron recientemente una llamada de auxilio al Gobierno regional ante la incapacidad del Ayuntamiento de hacer frente a todo el gasto en solitario. Según Salvador Fernández, «las conversaciones con el Principado para resolver los problemas económicos del museo están muy avanzadas y hay buena sintonía».

_ La comunicación

En este punto, el Alcalde aboga por reclamar al Principado «un arreglo integral» de la carretera Avilés-Luanco, «tercermundista» en la versión de algún vecino, además de «una salida de la villa a través de la loma de Santana», en dirección a Bañugues y la zona del Cabo Peñas.

_ El cine

El local está en la calle de Gijón, equipado «con dos salas», afirma Víctor Cuervo, pero cerrado. Se anuncia como «cines Gozón» encima de la persiana bajada y alienta la nostalgia de los que conocieron aquella villa en la que «hubo cine toda la vida», recuerda Eulalia Bouzón, y piensan que podría seguir siendo una buena alternativa de ocio en el futuro.

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