La Nueva España » Asturias: Viejas y nuevas polas » Villamayor » La villa más dulce e industriosa

La villa más dulce e industriosa

La localidad piloñesa, que vinculó el desarrollo a su vigor empresarial, vive en una encrucijada por la marginación del eje de comunicación interior y el peligro de extinción de su emblema industrial

Fermín Rodríguez / Rafael Menéndez Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial (CeCodet) / Villamayor (Piloña)

La gran extensión y rugosidad de este concejo-comarca que es Piloña, su larga historia, su complejo poblamiento y su azarosa participación en la industrialización asturiana tendieron a volcar la vida local sobre el curso del río Piloña, que corre por el surco prelitoral asturiano, vía tradicional de comunicación cantábrica, en medio de la cual está Villamayor. Si la capital, Infiesto, se vinculó al viejo puente medieval y en época contemporánea se extendió sobre el eje de la carretera Oviedo-Santander, Villamayor ofreció sus amplias vegas y su liderazgo industrial desde el siglo XIX, formando parte con sus iniciativas de la otra historia industrial de Asturias, impulsando la transformación de los productos agropecuarios locales y su venta en los mercados urbanos en crecimiento.

Villamayor reúne todos los componentes de una villa: población, historia y patrimonio, como el antiguo monasterio de Santa María. Es villa que aprovecha el eje carretero para aunar población, nuevas casas amparadas por las pequeñas industrias y los indianos, comercio, algunos equipamientos y servicios profesionales y saca partido de su proximidad a la villa capital para atraer actividad económica a través de su área empresarial. El agua, la madera, la fabricación de dulces, golosinas y juguetes, materiales de construcción y las actividades de transporte ligadas a estas producciones son elementos del impulso que otorga a Villamayor caracteres de villa, de 500 residentes, referencia para su amplia parroquia, de menos de 900 habitantes, para los núcleos rurales próximos y para la actividad económica vinculada a la carretera.

Pero el conjunto no conforma un núcleo abigarrado, de densidad urbana, sino que a partir de una estructura lineal poco compacta reparte, en un territorio relativamente amplio, los elementos que definen su tipología semiurbana de una forma en extremo discreta que pasa casi inadvertida. Y que da oportunidad para nuevos aprovechamientos y equipamientos, como la reconversión de casas solariegas en hoteles, o el caso de las Huelgas, la finca de experimentación agraria que va a acoger un museo sobre los hallazgos de la cueva de Sidrón.

Pero Villamayor enfrenta hoy importantes desafíos, ante cambios que alcanzan el corazón mismo de su identidad, de su existencia. El eje carretero es hoy secundario frente a la atracción costera y Chupa Chups, uno de sus emblemas industriales, está en peligro de desaparición, afectado por la concentración de actividades y el predominio de las grandes empresas.

El crecimiento económico de España a partir de la integración en Europa se cebó particularmente con las pequeñas y medianas industrias tradicionales, que o bien fueron absorbidas por grupos transnacionales y se vieron abocadas, en muchos casos, a una gradual desaparición, pues producían para su mercado regional, o pasaron a ser factorías secundarias, limitadas en su capacidad de producción e iniciativa. Un fenómeno que acabó con buena parte del tejido tradicional de empresas agroalimentarias asturianas.

Parece que estamos ante una nueva edición de aquello. Falta saber si la iniciativa local será capaz de encontrar una salida que no suponga la desaparición total de una factoría con más de medio siglo de existencia, que siguiendo una pauta común a otras localidades rurales no sólo fue un gran taller sino que generó un sistema local de relaciones y de producción fuera de sus muros, extendiéndose como tal factoría por muchas casas de la localidad, donde por ejemplo se envolvían caramelos o se realizaban tareas similares. Muchos de estos sistemas industriales locales, textiles en Galicia, piel en Belorado, juguetes en Ibi, calzado en Elche, alimentaria en Alcoy, se desarrollaron como distritos industriales, compuestos por muchas pequeñas empresas integradas horizontalmente donde el tamaño no es un problema para competir fuera, pues utilizan la experiencia de las primeras implantaciones y con la cooperación entre sí evolucionan hacia otras formas de organización empresarial a partir del conocimiento de su cadena productiva, lo que no sólo se aprende entre los muros de la fábrica sino que se respira en la localidad. Algo de esto ocurrió en Villamayor con sus dulces y juguetes. Para que su trayectoria no se trunque vale la experiencia de Alcoy, que si no inventó «la porra», creó la aceituna rellena, lo que no es industria menor. Y, por cierto, lo hizo desde una comarca, L'Alcoia, o la Hoya de Alcoy, donde las carreteras tradicionalmente más que eso eran pesadillas. Así que a pesar de ellas se puede. Aunque la localidad se vea relativamente marginada de los nuevos escenarios de las comunicaciones por autopista, que desplazaron los flujos hacia la costa, abandonando el corredor tradicional interior. Con todo, Villamayor sigue en la ruta, accesible, en una Asturias que ha encogido, si hablamos de tiempos de viaje, aunque también en residentes, acompasados al envejecimiento, a los pocos nacimientos y a una falta de definición de su proyecto como villa residencial.

Una atmósfera de actividad para la otra industria de Asturias

Villamayor comparte una atmósfera industriosa y creativa que viene de un dilatado ciclo industrial propio de muchas villas asturianas, relacionado con la producción para el comercio lejano, con el capital indiano, con lo pequeño y de calidad, con la creación innovadora que constituyó la base de la otra industria, la de los sistemas locales. Hoy vive la incertidumbre que alcanza a las localidades de pequeña industria y a su dificultad para sobrevivir a los rigores de la economía actual. También a la marginación del eje interior respecto a la costa, que plantea el reto de impulsar iniciativas que compensen su negativo impacto. La historia parece estar de su parte, la coyuntura no. Pero hay que resistir, alumbrar nuevos proyectos, mostrar una forma de hacer, que viene de lejos y que ha sabido apostar por la modernidad, a partir de las actividades logísticas, del turismo rural o de la exploración de nuevas producciones agrarias y alimentarias.

Artículos relacionados

El aroma de su hogar

Marcos Palicio

El gimnasta villamayorino Iván San Miguel, olímpico en los Juegos de Pekín, retrata el pueblo de ...

Juguetes y caramelos para la villa mayor

Marcos Palicio

El pueblo piloñés, que creció al ritmo de la industria para el mercado infantil, se enfrenta al ...