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Estamos a la Cuarta Palabra

11 de Abril del 2012 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Más de cinco millones y un 25% de desempleados, multitud de desahuciados...

La desesperación ha cobrado carta de naturaleza entre nosotros. Las miserias acampan entre los desesperados, y toman cuerpo en instituciones con espíritu oportunista, de engaños y trampas.

El dragón del sistema se yergue amenazador y los jóvenes siempre acertados en sus impulsos y pretensiones de cambiar el mundo- se equivocan: quieren cortarle las siete cabezas y abatirlo, pero mientras le van cortando cabezas, van surgiendo otras nuevas. Además, eso nunca ha logrado nada, ni ese puede ser el fin. No se puede acabar con la evolución, ni con las leyes universales. El sistema es como la energía, tan pronto se destruye una forma, otra nueva está surgiendo en el mismo continuum de tiempo y espacio. ¿Entonces? Debemos cabalgar al dragón y ponerle el bocado a todas sus cabezas, de esa forma no lo eliminamos. Y no lo haremos porque será necesario cabalgarlo como a un buen caballo. Azuzarlo, vendarle los ojos y asustarle, no es la mejor forma de que este caballo salvaje deje de patearnos, y no nos podemos permitir el lujo de quedarnos si cabalgadura. Es comprensible la desesperación, pero sólo este atroz sistema, cuando lo tengamos dominado y domeñado, nos puede dar la libertad para usar y desarrollar todas nuestras capacidades personales esas que nos diferencian- y seguir siendo todos iguales a los ojos de un Estado que nos garantice ser educados, saludables y activos para poder mejorar, tanto nuestra situación como la de nuestros próximos. Sin embargo, muchos de los que desean matar al dragón no desean la llegada de ese reino, sino que ansían la de otro sin libertad ni perdón.

Desde hace dos mil años las palabras que conducen a dominar a este dragón fueron dichas y escritas, pero no ciertamente escuchadas. El dragón ciego, piafando salvajemente, campa asustado como una bestia pisoteándonos y pateándonos a causa de nuestro egoísta infortunio. Nada hay más desesperante que la cuarta palabra: «Eloi, Eloi, ¿lama sabachtaní?». Pero es precisamente desde esa desesperación desde donde se puede renacer y dominar, domesticándola, a la bestia y sus energías.

No os equivoquéis los que queréis cambiar el mundo, no es tomando las calles, ni organizando revueltas o huelgas con piquetes innecesarios, como se va a dominar al dragón. Es tomando los partidos políticos y los sindicatos, manteniéndose unidos por medio de las nuevas tecnologías y sin perderse en los engaños de los que gritan continuamente: «¡eso no puede ser, nunca ha sido así!»; porque lo que no puede ser deberá ser y lo que nunca se ha hecho deberá hacerse. Todo deberá ser trastocado en patronales, sindicatos y partidos políticos. El mundo necesita cambios globales y lo humano está por encima de todo. No es matar al sistema, sino cambiarlo y domeñarlo, porque así, tal y como se está viendo, no funciona. Luego, desde la democracia y la libertad, ¡bienvenidas sean las reformas! Pero protejamos a las gentes y repartamos justamente esfuerzo y riqueza. Que no os engañen aquellos que os dirigen hacia enfrentamientos desviando vuestra atención. Id a los sindicatos y a los partidos políticos, haced en ellos las revueltas, y luego enviáis a tanto dinosaurio y dirigente al parque jurásico, para que observe y sea observado como espécimen experimentado en la generación de miserias para las generaciones venideras; un parque jurásico sin tantos gastos como el Senado. Luego, continuáis tomando el poder por las urnas, y cambiáis, globalmente, todas las cosas que deben ser cambiadas. Porque este desarrollo tecnológico nos permite y aboca a un nuevo mundo donde los dragones de siete cabezas, domeñados, forman parte del progreso humano y no del salvaje y oportunista egoísmo. El ego es positivo y sano, cuando permite el de los demás.

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