Grandes ciudades, pequeños regidores
La ley de Grandes Ciudades, que entró vigor a finales de 2004, es una ley que implica la descentralización en los ayuntamientos realizando una división de los municipios en distritos y permitiendo así la creación de órganos que autogestionen directamente dichas áreas con recursos propios. Parece ser que el Excelentísimo Alcalde, el Sr. Iglesias Caunedo, está decidido a poner en marcha dicha ley en Oviedo, aunque sea debido a una sentencia que le compele a ello ocho años después.
Esta Ley marca un nuevo rumbo en nuestra ciudad, que no debemos desaprovechar. Desde las Juventudes Socialistas de Oviedo siempre hemos criticado la falta de transparencia en nuestro consistorio y hemos hablado de la necesidad de abrir el gobierno local a la participación ciudadana.
Vivimos en un tiempo en el que la población sufre una gran desafección por la clase política, la gente siente hastío por unos dirigentes que sólo les tiene en cuenta cada cuatro años en las urnas. Demandan cambios estructurales en la forma de hacer política y esto pasa imperiosamente por una nueva forma de hacer política municipal, atendiendo a las necesidades de los barrios de manera más específica teniendo en cuenta sus peculiaridades, sus reivindicaciones históricas de infraestructuras y de servicios; permitiendo que los propios vecinos sean partícipes de sus proyectos, facilitando así la entrada de los ovetenses en la vida política del municipio.
El camino no es potenciar las competencias de la Junta de Gobierno sino dar mayor peso al Pleno, como verdadero órgano de representación política y de control efectivo de los asuntos locales. Así como la creación de un Consejo de distritos que no se convierta en el patio de juegos del alcalde, sino que sea un auténtico nexo de unión entre los diferentes agentes sociales y los representantes políticos municipales, que recoja las reclamaciones e inquietudes de los vecinos. Debe haber un Consejo Social que sirva de foro de participación institucionalizada de los representantes económicos y sociales para impulsar el desarrollo local y la necesaria dinamización socioeconómica, así como la planificación estratégica urbana.
El desarrollo de esta normativa aportaría frescura a una Corporación que se ha caracterizado por años de oscurantismo político, de opacidad administrativa y de zancadillas a la labor de control por parte de la oposición. Esta ciudad necesita una modernización administrativa que permita una división eficaz de distritos con sus propios funcionarios de rango, teniendo en cuenta las características demográficas que tenemos, dotando a estos de una dotación presupuestaria bastante y de competencias para que esta reforma no quede en papel mojado.
Un alcalde que presume de ser adalid del diálogo y del consenso, y que dijo en su discurso de investidura que aspiraba a revolucionar el modelo de Oviedo, no puede mirar para otro lado y hacer oídos sordos, sino que tiene el deber de afrontar este reto con valentía y con verdadero ánimo reformador.
Oviedo no puede esperar más para poner en marcha estos instrumentos. La política tiene entre sus características esenciales el dinamismo; y la ciudadanía, que lleva demasiado tiempo alejada de las decisiones municipales, exige una mayor complicidad y un cambio en la formas de gobernanza de la ciudad que les acerque más las instituciones, que se sienta partícipe de las decisiones que les afecta directamente. Una gran ciudad como Oviedo, que va a experimentar un crecimiento demográfico importante en los próximos años, exige grandes regidores con visión de futuro, con altura de miras, y que se anticipen a los problemas venideros.
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