Demasiada religión
Hace años que tanto la propia jerarquía eclesiástica como infinidad de organizaciones de todo tipo se quejan y lamentan sonoramente de los «ataques» que sufren la Iglesia y la religión católica, en general, por parte del Estado español, medios de comunicación o personas indefinidas. Nadie acaba de tener una noción muy clara de en qué consisten esos tremendos ataques (ya que aspectos esgrimidos como los matrimonios entre personas del mismo sexo, por poner un ejemplo, no son ataques a sus derechos, sino defensa de los derechos de otras personas, lo cual es muy distinto), pero se podría llegar a la conclusión de que vuelven los tiempos de Nerón y las masacres de cristianos en el circo.
Sin embargo, la realidad es muy otra. A la ya consabida contribución económica por parte del Estado a la Iglesia (cada vez más cuantiosa y salida del bolsillo de todos los españoles, sean o no creyentes), a la pleitesía que se rinde a los ritos católicos por parte de los tantos y tantos organismos públicos en actos oficiales, etcétera, etcétera, hay que unir la cada vez mayor presencia de la Iglesia y sus ritos en los medios de comunicación, ya sean públicos o privados.
Viene esto a cuento por el monopolio del 90 por ciento de la sección de Oviedo en este diario el lunes 6 de abril con noticias relacionadas con estos temas: el Alcalde dedicará una calle al Arzobispo y lo nombrará hijo adoptivo, celebraciones del Domingo de Ramos (por cierto, qué foto con la portavoz del PSOE palma en mano...), grandes reportajes de las primeras procesiones de Semana Santa... Tal parecía que se habían recuperado las noticias de cincuenta años atrás (excepto por la señora Sainz, claro). Por cierto, es inexplicable el empeño de tantos ayuntamientos (y no sólo los regidos por el Partido Popular) en imponer la celebración de la Semana Santa con ritos como las procesiones que en Asturias jamás tuvieron ninguna tradición ni implantación.
Los no creyentes, opino yo, tenemos muchas más razones para levantar la voz que aquellos a los que aludía al principio y nos sentimos agredidos por un Estado que no respeta la imparcialidad y neutralidad en materia religiosa, que debería ser exquisita por su parte.
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