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El principio de inercia

10 de Abril del 2012 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

Todo cuerpo tiende a permanecer indefinidamente en el estado de reposo o de movimiento en que se encuentra. Uno se pregunta si las leyes de la física no rigen también en el ámbito del pensamiento, protegiéndonos la inercia de la incómoda necesidad de revisar los prejuicios y tener, acaso, que cambiar de opinión.

-¿Cree entonces que Jesús era de izquierdas?, le pregunta el periodista a Manuel Eduardo Marina Fernández, Pregonero de la Semana Santa de Infiesto, en LA NUEVA ESPAÑA del 04.04.12. Está claro (responde el Pregonero). Era revolucionario y antisistema porque estaba alejado del poder civil, representado en la figura de Herodes, del poder militar personalizado en Pilatos, del poder religioso de Caifás y del poder económico, pues siempre estaba con los pobres.

Respuesta muy coherente y, por ello mismo, confortable. Lo malo es que las situaciones cambian y uno puede preguntarse hoy cuál sería la posición del Cristo ante un poder civil representado en la figura de González o de Zapatero, un poder militar personalizado en Narcís Serra o Carmen Chacón, unas fuerzas policiales dirigidas por Corcuera o Rubalcaba y unos medios de comunicación dominados por la izquierda (por no hablar ya de un poder económico perfectamente solapado con el político). ¿Cuál hubiese sido la posición de Jesús en los Países del Este, en la Unión Soviética, en China, en Cuba? De escuchar a los cristianos que se dicen progresistas, habría que concluir que esos regímenes vendrían a ser como un preludio del Reino de los Cielos.

Los cristianos votan (o se abstienen) por razones personales y aleatorias, como el resto de los ciudadanos. Resulta patético y desconcertante ese reiterado empeño de no pocos curas y creyentes en establecer un vínculo de necesidad entre el Evangelio y la opción de izquierdas; tendríamos así que Leire Pajín y Bibiana Aído, o la Alcaldesa de Infiesto, son a su manera poco menos que misioneras evangélicas. Cada vez que un creyente arrima el ascua de su fe a la sardina de la política está dándole al César lo que es solo de Dios (y para ese viaje no hacen falta tan santas alforjas).

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