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Fátima, El escorial y el Evangelio (VIII)

10 de Abril del 2012 - José Antonio Colao Álvarez (Oviedo)

Doy con éste escrito cumplido fin a esta serie, con este epílogo. No sin pedir disculpas, pues éste último no estaba pensado viese la luz y así lo anuncié en el V. No obstante, me decido abordar brevemente la biografía de los videntes. Pues aunque creía que no tenían nada en común, todos ellos sufrieron mucho. En el momento de las Apariciones los pastorcitos de Fátima contaban tan sólo con diez, nueve y ocho años. Por eso su encargo celestial fue menor. Y es que yo, hermanos [] como a niños en Cristo. Os di a beber leche, no alimento sólido, porque no lo podías recibir [] (S. Pablo, 1Cor. 3, 1). Aunque tanto Francisco, como su hermana Jacinta Marto, junto con su prima Sor Lucía de Jesús (que falleció, santamente, siendo carmelita octogenaria), nacidos en Ajustrel, parroquia de Fátima, no sufrieron pequeñas pruebas precisamente, a pesar de ser niños (amenazados por la autoridad, ellos creían, en su inocencia, que iba en serio) a ser freídos en aceite hirviendo si no revelaban lo que se ha dado en llamar el tercer secreto de Fátima Además de las muchas mortificaciones que se infringían voluntariamente (y que llevó a pedirles la propia Virgen que se quitaran la cuerda que llevaban atada a su cintura, durante la noche). Así como privarse de agua en pleno mes de Agosto, ayunar diariamente, dando sus alimentos diarios a los pobres E intensificar hasta límites insospechados su vida de piedad

Mientras que Luz Amparo Cuevas Arteseros, -Pesebre, Albacete, 2-4-1931, empleada del hogar, enferma del corazón, esposa y madre de siete hijos- a partir del 14 de Junio de 1981 en que se le aparece la Virgen por primera vez en Prado Nuevo (El Escorial Madrid-), intensifica su vida espiritual, aparecen en ella fenómenos espirituales: padece los estigmas del Señor, bilocación, levitación, Comunión mística (especial ha sido la que recibió de manos del Padre Pío en su visita a San Giovanni Rotondo, viéndose la hostia flotar y entrar en la boca de Luz Amparo que estaba en éxtasis), curación de ajenas dolencias tomándolas sobre sí mismas, introspección de conciencia (doy testimonio, siendo psicólogo clínico, me leyó mi conciencia de forma sobrenatural, pues sólo Dios conocía lo que me dijo), etc. Todo esto unido a una vida de sufrimiento, incrementado desde que se le apareció la Virgen. Sólo añadir: yo te bendigo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los humildes (Mt 11, 25) No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído (Hch 4, 20).

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