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La pasión de nuestro señor Jesucristo, según Monchu

10 de Abril del 2012 - Agustín Hevia Ballina

Durante los días de la Semana Santa, los creyentes cristianos nos hemos acercado a la vivencia de la Pasión del Señor a través de la visión de cada uno de los evangelistas, leyendo la narración que nos ofrece cada uno de ellos, a la que denominamos «según San Mateo, según San Marcos, según San Lucas y según San Juan», llevando siempre en cada uno de los autores a la vivencia personal que, teniendo por base un texto revelado, lleva o conduce a cada uno a su propia versión, acorde o según su visión personal.

A partir del presente, para los que sentimos y vivimos la Pasión del Señor en nuestra Semana Santa peculiar de Villaviciosa, ya no nos será posible el contemplarla si no es desde una óptica nueva, que se inspira en los cuatro evangelistas y, en alguna forma también, en el «Libro de los Hechos de los Apóstoles». Es la particular visión de un pintor foráneo, del sacerdote villaviciosino don José Ramón García Fernández, reflejado y retratado para todos más por su nombre artístico, que lo hace nombrarse «Monchu».

La exposición pictórica que ofrece a los villaviciosinos la Fundación José Cardín Fernández hasta el día 29 de este mes pasará a ser considerada como señera, como de auténtico conjunto excepcional, como una singular visión genial de nuestro querido Monchu, feliz complemento a las vivencias y a las expresiones externas de la Semana Santa de Villaviciosa, una de las de mayor raigambre y nombradía que nos ofrece la Semana Santa en Asturias.

Escribo ya cuando el fervor de las vivencias de la Pasión en Villaviciosa se ha superado, permaneciendo para disfrute y continuidad lograda ésta que quiero denominar la «Pasión según Monchu», que encuentra precisamente en Villaviciosa su marco más adecuado, su ámbito más logrado para una visión singular de los aconteceres de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, expresados como en viñetas de una expresividad suma, de un candor y aparente ingenuidad, de un alcance entre naif y teológico, de un calado artístico inigualable.

Subtítulo: Una singular exposición en Villaviciosa

Destacado: Monchu, contemplador asiduo de venerabilidades y vivencias lejanísimas, dibuja y pinta, con imaginación febricitante y casi calenturienta, como quien desgrana himnos religiosos, como quien entona una salmodia perenne e ininterrumpida cual la que va desgranando en sus tablas miniadas

Los pinceles con que Monchu elabora su peculiar visión de la Pasión parecen estar empapados y rezumantes de una unción religiosa cual si fueran logros de la expresividad de un místico medieval, que contempla y ayuda a contemplar los avatares de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo con ojos nuevos, con una visión entrañable obtenida en incontables contemplaciones de iconos, que ofrecen resipiscencias de unos arcaicos modelos celtas o irlandeses, de unas expresiones con que solamente los anónimos monjes coptos de todos los siglos lograron enriquecer la venerable tradición cristiana conservada en las pequeñas iglesias, a las veces rupestres, empapadas de la venerabilidad secular y medular del evangelista San Marcos, advirtiendo que la palabra «aigypthioi» vino a parar, tras numerosas piruetas etimológicas, en el término «copto», que designa a la sede apostólica de San Marcos.

Monchu, contemplador asiduo de venerabilidades y vivencias lejanísimas, dibuja y pinta, con imaginación febricitante y casi calenturienta, como quien desgrana himnos religiosos, como quien entona una salmodia perenne e ininterrumpida, cual la que va desgranando en sus tablas miniadas, utilizando técnicas y hechuras que no pueden ser atribuidas a ningún antecedente artístico, sino que son personalísimas de su imaginación transida de religiosidad y de proyecciones catequéticas inalcanzables para cualquier otro que, de no ser así privilegiadamente, intentara ensayar similares derroteros para su pintura.

Aflora, en la visión de la Pasión según Monchu, una veta o vena medularmente empapada en su asturianía connatural. Podía Monchu haber recurrido a otras modulaciones o texturas de variado origen, que sugirieran caracteres hebreos o arameos, griegos o coptos, pero dejaría de ser pintura de Monchu, si la lengua asturiana no aflorara testimonialmente para dar expresividad añadida a sus iconos, a sus «veras imagines» del rostro del Señor.

Resulta enternecedor leer «el liñu de la Cruz d’Uviéu», emparejado con la exposición venerativa de la Cruz en los ritos y en la liturgia coptos. Uno se siente identificado con la expresividad emotiva de la «corona d’escayos», que la de espinas de la Pasión, de haber ocurrido los hechos en Asturias, no podía ser de otro modo a no ser que fuera de «escayos». O cuando atribuye a la Magdalena la prerrogativa y singular privilegio de haber sido «una muyer, la primer apóstol» de la Resurrección del Señor. O cuando pone en la Verónica el origen de los Santos Rostros, que hay por el mundo, desde el «mandilion» llegado a Occidente vía Constantinopla, siendo la Verónica, en una irreal etimología el origen de la «vera icona», la verdadera imagen, de aquel rostro santísimo, que quedó impresa en el paño con que ella, la mujer anónima, después identificada como «Verónica», enjugó el rostro del Señor.

De las otras miradas, otras impresionantes visiones de artistas de singular relieve y de primera magnitud, que dejaron testimonio de sus Cristos o Crucificados, quiero resaltar la escena de «La entrada de Cristo en Bruselas en 1889», con tan hermosísima reinterpretación por Monchu con su «Entrada de Jesús en Jerusalén», con figuras representativas de lAs clases sociales de todos los tiempos. No digamos nada de la visión que Monchu ofrece del «escarnio y las burlas» en el Palacio del Sumo Sacerdote, comparándolo con «Le scarniment» de Emil Nolde, dos interpretaciones para mí igualmente inolvidables.

Bien merecería esta colección de iconos de reminiscencias coptas o célticas, que constituye esta «Pasión, según Monchu», una exhibición permanente con carácter museístico, para que pudieran acercarse a esa visión tan peculiar y catequética de Monchu, depositándola en el Museo de la Semana Santa que ya posee, como un logro bien alcanzado, la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de la villa de Villaviciosa de Asturias. Villaviciosa se vería así enriquecida con un conjunto pictórico inigualable, con una justificación para dar expresión a un sentir unánimemente experimentado que dé plasmación y concreción expositiva a lo que verdaderamente bien merece el marco de un museo. Esta «Pasión, según Monchu» difícilmente será superada por ninguna otra visión de la Pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, realizada plásticamente en un estilo y forma capaz de llegar a las mentes y a los corazones para quienesquiera la contemplen, sea movidos por su condición de creyentes o bien impulsados por criterios meramente estéticos o de perspectivas puramente artísticas.

Para la Historia de Villaviciosa y de su Pasión habrá un antes con la Semana Santa villaviciosina, acercándonos a la Pasión del Señor en la plasticidad de sus pasos y de su imaginería tradicional y la visión de la «Pasión, según Monchu», que la Fundación Cardín nos ofrece en esta exposición excepcional.

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