Nació como Centro Cultural Oscar Niemeyer y así debe seguir
Los nombres, sean propios o impropios, ni saben ni necesitan de cesión o arrendamiento, pertenecen al pueblo, ya que es el uso diario del término el que dota a éste de significado real. El nombre del Centro Cultural Oscar Niemeyer no puede estar ligado en exclusividad a ninguna fundación o patronato porque pertenece al uso lingüístico del ciudadano. Que alguien pretenda apropiarse el nombre del equipamiento cultural es como pretender ponerle ventanas al cielo. Lo único que demuestra, además de un desprecio maligno por el ciudadano que pagó el edificio arquitectónico, es una falta absoluta de bonhomía, que diría la señora Monteserín.
El hecho de expropiación del nombre no se sitúa únicamente en el terreno de la lucha política, como podría desprenderse de los arrebatos propagandísticos y manipulación partidista de la señora alcaldesa. También se explica a través del apetito desordenado de posesión y el trato poco recomendable de ciertas amistades peligrosas que doña Pilar y el patrono por designación improcedente, Tini Areces, cultivaron con ahínco hasta procurarles salarios millonarios en la dirección del invento. Tanto Rebollo como Natalio Grueso actuaron como verdaderos validos del poder político socialista. En su feudo, bajo el escudo protector de Pilar Varela, no se permitieron los controles públicos, llegando incluso a realizar denuncias judiciales contra el Gobierno asturiano, de motu proprio, al margen de la obligada resolución del patronato debidamente constituido.
A día de hoy, la alcaldesa de Avilés, Pilar Varela, todavía no restituyó al verdadero propietario del Niemeyer, el pueblo soberano, la identidad de un centro cultural construido en terreno público con dinero público. Es inconcebible que el contribuyente pague los platos rotos de la lucha política partidista y todavía más sorprendente que la democracia no le confiera al ciudadano la autoridad legal para poner freno a tanta desfachatez.
Juegan con nuestro patrimonio como si fuera suyo y nos niegan todo derecho de propiedad y disfrute. Para estos personajes el pueblo solo es soberano a la hora de depositar el voto cada cuatro años. El periodo de tiempo que transcurre entre elecciones pertenece en exclusividad a la prepotencia política. Nunca podremos desprendernos del lastre que suponen estos demócratas de boquilla mientras se perpetúe el sistema electoral de listas cerradas.
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