Ules está triste
«Había una vez un pueblo que se llamaba Ules. Era un pueblo muy guapo, pequeñito, con sus casitas de colores, sus huertas con grandes tomates... Pero era un pueblo que estaba triste, ¿sabéis por qué era un pueblo triste? El pueblo de Ules estaba triste porque sus niños y niñas no tenían donde jugar, saltar, bajar por el tobogán, correr.
El pueblo intentó pedir ayuda, pero nadie lo escuchaba, sólo quiere un lugar seguro para sus niños y ancianos, como los parques que hay por los barrios de su ciudad, Oviedo, como esos parques que ve desde su privilegiada situación, ve cómo se lo pasan esos niños y niñas, escucha sus risas, pero luego se pone muy triste cuando ve que en sus calles no se ve a los niños jugando, pues para poder ir a los columpios se tienen que ir de su pueblo...».
Éste es el cuento que bien podría contar a mi niño de 3 años. Él, como los niños de la historia, se tiene que ir a la ciudad para poder ir al parque, pues en Ules no tenemos un sitio digno donde puedan jugar los niños, sólo tenemos un terreno lleno de adolescentes con coches ruidosos que lo tienen copado para fumar porros y hacer «botellón». Ese trozo de tierra con unos bancos y unas mesas les gusta mucho también a los perros, dejando tanto los adolescentes como los animales restos de sus estancia en el pueblo.
En estos días he leído en la prensa cómo se presume de la rehabilitación de varios parques de la ciudad, incluso en algunos se añaden aparatos de gimnasia para adultos.
Me parece totalmente injusto, tanto por mi hijo como para el resto de mis vecinos que no recibimos ni una sola respuesta a todos los e-mail que se han enviado para solicitar un lugar de juegos y no de «botellón» en Ules.
En Ules, tenemos un terreno que está acondicionado como merendero, que ése no es su uso habitual, pero donde se puede colocar un mobiliario de parque infantil y aparatos de gimnasia, ya que por Ules pasan muchos cicloturistas y vecinos caminando para hacer deporte, pueden disfrutar de un espacio lúdico y sano.
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