Economistas segunda parte: ¿cómo salimos de ésta?
En todas esas tertulias, ustedes sientan cátedra, se sienten el mocín de la película, los periodistas les convierten en el actor principal de la escena, pero no pasan del pinche del botijo, por las veces que hay padecerlos viéndoles repetirse cada día, sus contrasentidos no tienen limite y si mucha cara dura. Sería mucho mejor que se bajaran de la nube, y debatieran como los demás, tratando de comprender por qué ustedes se sienten desbordados por una materia que debieran dominar.
La economía de hoy nada tiene que ver con la de hace 20 años, ustedes están caducos, vivimos la era de las nuevas tecnologías, cualquier hacker (pirata informático) les puede hacer saltar su licenciatura de económicas. No seria tan osado en decir lo anterior, me baso en el Premio novel de economía 2001, Joseph Stiglitz que ha explicado como, El modelo económico que nos llevó al desastre aún se enseña en las universidades y que durante los últimos 25 años, desde las universidades y desde el ágora política se ha repetido que los mercados no fallan pero que, más que nunca, esta crisis ha puesto de manifiesto justo lo contrario: que los mercados no son eficientes. Si el planteamiento es erróneo, la solución a la crisis también lo será. Esta premisa, básica en cualquier problema matemático, se aplica a la perfección al estado actual de la economía. Así lo ha defendido Joseph Stiglitz al asegurar que los modelos que nos llevaron al desastre son modelos antiguos y erróneos después de esto ¿Qué quieren que les diga? No sigan asustando a los ciudadanos con pronósticos perversos.
Esos que califican el riesgo de un país rating son agencias un tanto dudosas de seguir consintiendo, ellas fueron quienes no vieron el riesgo, califican la solvencia de tal o cual país, primero lo calificaron espléndidamente, para que pudiera endeudarse, y luego juegan con él, lo hunden con toda crueldad en la ruina. Si pensáramos bien, ¡son ustedes unos linces! (Lo vimos con el Lehman Broder, pocos días antes de ir a la quiebra, le daban la máxima nota) O quizás debiéramos decir especuladores al servicio del egoísmo financiero. Esos que dirigen las agencias de rating: todos economistas, que ni tienen patria, religión, ni nada, son buitres que van muy por delante de nuestros gobernantes. Si un país esta mal, con su intervención y calificación le hacen pagar más caro el dinero que necesita pedir, Los gobiernos no pueden seguir siendo valorados por semejantes carroñeros.
Luego les escuchamos dando recetas, medidas de como salir de la crisis, decir lo mal que está el país, pero no se salen de estrujar a los de siempre, la sapiencia no les lleva a lograr ingresos de otro sitio que no hagan tanto daño. Es más, a los delincuentes que evaden capital, impuestos y que lograron su fortuna en economía sumergida, ahora les dan una amnistía por buenos patriotas ¿Cómo se les queda la cara? A mi me sienta fatal que se rían de mi. Nadie se atreve a plantear disminuir todo el plantel de sueldos y dietas de concejales, políticos y asesores, eliminar senado y diputaciones; como tampoco nadie tiene arrestos a meterse con la economía sumergida de verdad, las innumerables profesiones de bien, que mueven miles de millones a diario sin que nadie se meta con ellos, estoy hablando de: Abogados, médicos de todas las especialidades, arquitectos, topógrafos, fisioterapeutas, masajistas, notarios, dentistas etc. y un sinfín buenas gentes y excelentes profesional, pero que no pagan impuestos a las arcas del estado, en consonancia con sus ingresos, campando a sus anchas en consultas y bufetes privados. Debe obligárseles a dar factura aunque el cliente no se la pida, evitaríamos timos como que un abogado se quede con la mitad de lo que reclamaba para su cliente. Que decir de la mayor empresa que tenemos, el turismo, todo en manos de economía ajena al fisco. Grandes fortunas, buenos sueldos y bancos, que aporten y ayuden en tal situación, Sr. Rajoy, hay por donde rascar, antes de congelar pensiones o disminuir prestaciones en Sanidad, educación y Servicios sociales.
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