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El peligroso juego del poder

15 de Abril del 2012 - Francisco Manuel Domínguez Menéndez (Avilés)

Dice Sigmund Freud que uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla. Lo malo es cuando el que raja utiliza los altavoces del Congreso y la prensa vinculada. Con esto de la globalización mediática e informática, el eco llega hasta el último rincón del planeta y luego pasa que nuestros vecinos más próximos nos clavan la puntilla del descabello hasta hacernos sentir vergüenza.

Si los silencios políticos inquietan nuestra Bolsa, sus revelaciones la vacían. Mejor harían unos y otros, la derecha y la izquierda nacionales, sobre todo la derecha marianista, en no cargar de munición argumental los episodios mitineros de la «droite» y la «destra tecnocrate», si no queremos vernos retratados una y otra vez en los diarios informativos del mundo capitalista.

Rajoy es víctima de sus propios excesos. Repitió hasta la saciedad, cuando era oposición, la inminente posibilidad de que nuestro país, agonizante económicamente, fuera intervenido por Europa. De nada vale pedirle ahora a Sarkozy y Monti que midan sus palabras y colaboren con el enfermo por el bien común del euro. El mal ya está hecho, consumado a través de las perversas primas de riesgo, y tiene un culpable: el Partido Popular, con todas sus letras y afiliados relevantes. Ahora, vistos los resultados de tanto pronunciamiento altisonante, sería deseable y hasta obligado hacer ejercicio de autoanálisis para llegar a la conclusión de que no todo sirve en la lucha política.

Lo malo ya no son los excesos verbales pronunciados en el pasado reciente, lo peor es que sus portavoces, los del PP, siguen lavándose las manos y remitiendo todos los males a la herencia recibida, sin darse cuenta del peligro que representa permanecer continuamente instalados en la hipocresía pilatiana. La estrategia de puertas para dentro puede tener un pase, lo malo es cuando la acústica lleva las palabras allende los Pirineos.

Si bien es cierto que Zapatero y el entonces ministro de Economía, Pedro Solbes, empecinados ambos en ocultar el desastre económico que más tarde afloró como una epidemia galopante llevándose consigo millones de puestos de trabajo, fueron culpables de no asistir al paciente con la celeridad requerida, no lo es menos que algunas manifestaciones provenientes del mismo Rajoy y del sector político más ligado al aznarismo y a la fundación que dirige el aludido, no cesaron de poner palos en las ruedas económicas del carro socialista con el único objetivo de obtener rentabilidad electoral. Provecho que al final consiguieron a costa del desprestigio que ahora sufrimos en Europa y de erosionar las arcas del Estado menguadas por el alto precio impuesto por los mercados financieros. Así que, en este drama que ahora vivimos, el damnificado sigue pagando todas las facturas del sinsentido, mientras otros, de aquí y de allá, se entretienen con el peligroso juego del poder. La sensatez es algo que conviene practicar en casa para no verse obligados a implorarla fuera.

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