Tres cronistas de nuestro tiempo

En cuestión de días se han ido a ese rincón bíblico y lejano tres compañeros del universo periodístico asturiano. José Luis Perelétegui, José María Felgueroso y José Vélez han cumplido con este peregrinar vital y se escaparon una mañana sujeta al invierno pero casi primaveral, para rendir cuentas en ese más allá indescifrable y bien nombrado ámbito de las tinieblas…

José Luis Perelétegui, sacudido por la enfermedad del momento, realizó una encomiable labor radiofónica y de dirección desde la extinta Radio Cadena Española y primero Radio Oviedo, y como excelente cronista taurino en LA NUEVA ESPAÑA y Televisión Española en Asturias. Su voz aterciopelada y directa dejó impronta en las ondas como un locutor-periodista riguroso y agarrado con rigor a la actualidad del momento. Y las crónicas taurinas siempre estuvieron rodeadas por el saber, el conocimiento y la finura en sus expresiones y tópicos que surgían en el albero cuando el morlaco se enfrentaba al torero. Unas crónicas distintas, sencillas y cargadas de pasión en una comunidad como la asturiana, donde la afición a los toros era mínima, aunque él siempre señalaba que era muy notable y entendida. Su muerte me ha dejado triste e impotente por esa relación de afecto, proximidad y de profesión. La última vez que nos encontramos fue hace poco tiempo en León, junto a la catedral. Su figura esbelta y afinada de otrora se tornó en el reflejo traidor de la vil enfermedad que lo acechaba. Parlamento sincero y buenos saludos para un encuentro espontáneo y fugaz. Estaba a gusto en su retiro leonés, paseando por los lugares del casco viejo y recordando sus años mozos en la Voz de León, emisora escuela de locutores famosos que después acabaron en Televisión Española en Madrid.

José Luis Perelétegui hizo de su oficio un toque de profesionalidad, de entendimiento, de apoyo a los jóvenes que empezábamos en este mundo del periodismo complejo y atrayente. Era un pucelano envuelto en ese misticismo tan castellano, amante de lo sencillo, pero exigente en la calidad y el purismo. Y así fue su vida, una filosofía de trabajo, esfuerzo, amistad y el provecho idóneo de los placeres que ofrece la existencia. Un castellano viejo, con la pátina verdosa de esta Asturias nuestra a la que tanto adoraba.

Y si tengo que hablar de José María Felgueroso, una muerte en lo mejor de la vida, más de lo mismo. Cronista deportivo de altura en esta casa de LA NUEVA ESPAÑA y previamente en «Región», su labor ha dejado un halo de escolaridad y pedagogía en el campo deportivo. Sus pasiones, el hockey y el fútbol, fueron sus verdaderos eslabones para engarzar verdaderas informaciones de estas disciplinas. Amigo de sus amigos y buen compañero, se marchó en silencio y de manera súbita a ese espacio etéreo y distante que marca la línea roja entre el vivir y el fenecer. La crónica deportiva, ya de por sí un auténtico género periodístico, ha tenido en este compañero una parte de esa representatividad social, y Felgueroso supo acercarse a ese espíritu de buen informador con la sapiencia y el contraste como verdaderas armas del excelente periodismo de siempre. Serio, sensato, extremado en su indagación profesional y ágil con su pluma, ofreció en estas páginas de LA NUEVA ESPAÑA verdaderas crónicas con el estilo y la pureza de las informaciones que arrastran al lector a disfrutar de su lectura y observar la independencia a la hora de situar a los contrincantes en el juego.

Y de José Vélez, todo un trotacaminos, habría que contar toda una historia envuelta en su cámara fotográfica. Un cronista de nuestra época que describió como pocos esa realidad asturiana que servirá como notable documento gráfico de un discurrir que ya no volverá. Fotoperiodista, editor, orientador, analista, un poco gruñón y amigo de sus amigos, cumplió con su oficio y lo convirtió en una profesión visual de altos vuelos y cargada de razón social.

Las redacciones de Asturias, prensa y audiovisuales, están de luto riguroso por la muerte de tres periodistas, de distintas generaciones, pero que han sabido llevar con orgullo y sentimiento la pasión de informar, cada uno con su estilo y verdad. Ambos ya han realizado su gesta terrena conforme a sus criterios y pensamiento. Y lo mejor y más humano, han sido buenas personas y justos en su cometido de ejercientes profesionales. Vaya para ellos un halo de gloria, más allá de la inevitable muerte. Sé que su paseo vital, con sus virtudes y errores, pervivirá en la memoria colectiva de esta profesión periodística.