El incendiario Beteta
Uno, cuando escucha al señor Beteta deslizarse por los falaces vericuetos de la improductividad funcionarial, le viene a la memoria el recuerdo de aquella escena en la que Ben-Hur y el resto de galeotes bogaban en una galera romana a ritmo de tamborilete y bajo la amenaza del látigo.
Pasados dos mil años, este Quinto Arrio de pandereta apellidado Beteta amenaza con volver al flagelo, ahora en forma de prohibición bajo pena de excomunión. Dice que prensa escrita y cafelito no combinan con producción. ¡Hay que joderse con el poeta!
Primero les bajan los salarios, después les privan de todos los beneficios profesionales, más tarde les congelan los haberes y, ahora, el Secretario de Estado de Administraciones Públicas les quita el cafelito. ¿Qué será lo próximo? Pues está claro: a remar en galeras a ritmo de tamborilete y, en la cubierta, don Marco Antonio Beteta contando los sextercios del ahorro en prensa y cafelitos. ¡Baja Manolín y contempla Tú Obra! Que diría don Apolinar, a quien Dios tenga en la Gloria por haber desasnado a tantas generaciones de avilesinos. El señor Beteta no es avilesino, no tuvo ocasión.
Dice Jonathan Swift, autor de Los viajes de Gulliver: cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis porque todos los tontos se unen contra él. Si el verdadero genio de esta obra es el funcionariado que soporta el mayor peso de la tragedia económica, deduzcan ustedes quiénes son los tontos.
¡Ay Beteta! Qué ocasión perdiste para estar afónico. Si todo tu arsenal intelectual y méritos, se reducen al incendio verbal, no cabe duda que formas parte de esa unión de tontos.
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