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No todo vale en la fertilización

24 de Abril del 2012 - Pedro Bengoechea Garín

La última novedad que recogía este medio recientemente en uno de sus titulares hacía referencia al aumento de la tasa de embarazos, por el novedoso empleo de Embryoscope. Se trata de un sistema revolucionario de incubación y de una técnica que, según se dice, tiene la ventaja de facilitar la elección de los mejores embriones, obtener embriones de mayor calidad, y su observación sucesiva, puntual y detallada durante la gestación. El ámbito de aplicación es el Centro de Fertilización in Vitro de Asturias (Cefiva). Ha sido mostrado este nuevo método como una innovación tecnológica importante y una contribución valiosa a la investigación científica. Pero todo esto sería cuestionable e insuficiente si tales avances contraviniesen, ya sea en los medios empleados, ya sea en sus objetivos, a la dignidad y derechos fundamentales de la persona.

Subtítulo: Objeciones a la fecundación in vitro

Destacado:La biotecnología, la ingeniería genética, la biomedicina, como disciplinas científicas, tienen un límite que no pueden sobrepasar, ni avasallar en modo alguno, ni por criterios de utilidad ni en aras del progreso de la ciencia; el límite lo constituye la persona humana, su dignidad y sus derechos inalienables

La ciencia tiene que servir y respetar al hombre y no al revés. No niego el interés del procedimiento, que permite filmar el origen de la vida, obtener fotografías de cada embrión cada 15 minutos, detectar anomalías morfológicas del embrión, etcétera. Pero todas estas prestaciones son aplicadas, sospecho yo, a un muestrario de embriones que previamente han sido producidos y seleccionados en una mesa de laboratorio. Esto es el punto central de gravitación donde se mueven todas las objeciones éticas y morales de la fecundación in vitro. Por de pronto tienen lugar en un Centro de Fertilización «in Vitro», donde la fecundación de los gametos se realiza en una probeta. Y las características de esta técnica y su valoración ética y moral son sobradamente conocidas y expuestas en medios de comunicación escritos como éste.

Conviene, sin embargo, recordar que la técnica de fertilización que no levanta sospechas morales es aquella que no sustituye al acto conyugal y se configura como una ayuda que pueda lograr su fin natural superando el obstáculo que puede interponerse. En cambio el proceso de la fecundación in vitro sustancialmente presupone una muestra de esperma, por lo general obtenida por masturbación; ecografía de los ovocitos, cuya producción ha sido estimulada entre seis y diez, en lugar de uno solo por ciclo; fecundación de la totalidad de los ovocitos; implantación de varios embriones así obtenidos (habitualmente tres) en el útero de una mujer, y, finalmente, la congelación de embriones sobrantes en nitrógeno líquido o, en su caso, su destrucción. Sobra decir las disociaciones de parentesco y sociales a las que se está expuesto como consecuencia del uso indiscriminado de tal técnica. La mayor parte de estas acciones son calificadas en su juicio ético o moral como gravemente ilícitas y prohibidas.

Las ventajas de las que se habla del Embryoscope hasta pueden ser nimias, comparadas a la afrenta que en otro orden suponen contra la dignidad humana la cosificación, la manipulación y la destrucción que se hace en el laboratorio de los embriones humanos. La biotecnología, la ingeniería genética, la biomedicina, como disciplinas científicas, tienen un límite que no pueden sobrepasar, ni avasallar en modo alguno, ni por criterios de utilidad ni en aras del progreso de la ciencia. El límite lo constituye la persona humana, su dignidad y sus derechos inalienables. Por lo demás, la selección de mejores embriones que preconiza la técnica mencionada y la inmunización de lacras que se pueden contraer ¿aproxima acaso a planteamientos eugenésicos?, de los que ya tenemos constancia histórica en los regímenes totalitarios pasados que no dudaron en poner en práctica para mejorar la raza o crear el superhombre que se necesitaba. Son los mismos signos decadentes de una sociedad desnortada y que sucumbe con frecuencia a los dictámenes de un progresismo laicista y deshumanizador. Hagamos por que triunfen el valor y la dignidad de la persona, que es lo nuestro.

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