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¿Suicidio o asesinato?

24 de Abril del 2012 - Dolores San Martín San José (Oviedo)

«El gobierno Tsolakoglu ha aniquilado toda posibilidad para mi supervivencia (comparando al actual gobierno del ex banquero Lukás Papadimos con el de Yorgos Tsolakoglu, primer ministro en el gobierno de ocupación nazi en Grecia)... y, dado que no puedo hallar justicia, en este Gobierno de ocupación, no encuentro otro modo de reaccionar que poner un fin decente a mi vida, antes de tener que comenzar a rebuscar en la basura para encontrar comida». Este es un extracto del escrito de despedida de Dimitris Chistoulas, un pensionista de 77 años que, en la mañana del miércoles 4 de abril, madrugó, se trasladó en metro hasta la plaza Syntagma, convertida en símbolo de las protestas contra los duros ajustes que aplica el Gobierno, y una vez allí se dirigió hasta un árbol situado en mitad de la explanada y se quitó la vida porque «no quería dejar deudas a su hija».

Dimitris era un farmacéutico jubilado, dueño de una farmacia (que vendió en 1994 al jubilarse) y que, tras haber cotizado durante 35 años, afrontaba serios problemas económicos. Y es que las pensiones de jubilación en Grecia se han recortado alrededor de un 15 por ciento (un 20% las de más de 1.200 euros).

Paralelamente, los suicidios han incrementado de forma notable (en un 40% según el ministro de Sanidad), dato que los especialistas relacionan con la grave crisis económica que atraviesa el país.

El drama de este jubilado que, desesperado por la situación económica de su país, se quitó la vida, desató una ola de indignación en el país y obligó a las autoridades locales y al Fondo Monetario Internacional a pedir calma y paciencia.

Nosotros calificamos este hecho como el coste más caro de los recortes sociales, pues la vida de un ser humano no tiene precio.

Puede considerarse el «crimen perfecto». Un crimen por el que «el» o «los» culpables pueden estar tranquilos de que no pisarán la cárcel pues han empleado el arma perfecta para hacer que una persona se quite la vida: primero, le han quitado la dignidad, le han humillado.

Como Dimitris, los jubilados de este país somos personas que hemos trabajado toda una vida. Que hemos pagado nuestros impuestos. Que hemos ido superando crisis, a veces individuales o personales, otras colectivas o sociales. Y ahora «algunos políticos intocables», porque hay que reconocer que hay quienes se esfuerzan a diario en hacer bien su trabajo, lo despilfarran, malversan, roban o esnifan el dinero público.

A estas alturas de la vida, ya estamos hartos de escuchar a los políticos decir que «todos somos culpables y responsables de esta crisis» y que «llegó la hora de apretarse el cinturón».

Sí, señores políticos, todos somos un poco responsables de esta situación, pero, por favor, sean justos con los recortes y empiecen por ustedes mismos. Dejen de engañar a los ciudadanos con su «bajada de sueldo». ¿De qué sirve que ustedes se «bajen» el sueldo si luego ustedes mismos consienten el pago de unas dietas desorbitadas a diputados, senadores, concejales, etcétera. Hay familias que podrían vivir un año con las dietas que cobra un diputado al mes...

Para que no nos acusen de demagogos, sólo les pedimos que, por favor, paren esto. Que hagan bien su trabajo. Que gestionen bien el dinero público. Que recorten donde tienen que recortar y, si no pueden, no saben o sienten la tentación de malversar el dinero de todos-as, entonces les pedimos una cosa más: que tengan, al menos, la valentía y la dignidad suficiente de dejar su asiento para otro que sí tenga la sensibilidad necesaria para hacer política de verdad, una política al servicio de todos, una política honrada y limpia, una política digna que devuelva la confianza del pueblo.

Nosotros sabemos que no todos los políticos son iguales. Y que en todos los partidos hay políticos que saben hacer bien su trabajo, que, como en muchos otros empleos, se dejan la piel cada día porque son responsables, porque sienten la política como una fórmula para hacer más iguales a las personas, manteniendo las diferencias y que entregan parte de su vida a construir ese sueño.

Y a esas personas les exigimos la responsabilidad de que reivindiquen su buen hacer, que no permitan que se les mezcle con los demás y que, con ello, se confunda a la sociedad. Que luchen para que no se pierda la confianza en la clase política y que hagan de su trabajo... un arte.

Dolores San Martín San José, presidenta de la Federación de Asociaciones de Mayores del Principado de Asturias), Oviedo

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