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Devenir del pueblo gitano

30 de Abril del 2012 - Alfreda Álvarez Argüelles (Oviedo)

Primavera clara / vestida de sedal juegos y fragancias. / Un patio de escuela. / Y allá, despistada / ausente y cohibida / la niña gitana. / Volantes dormidos / cadera aquietada / sus dos azabaches / aguas estancadas / abundoso pelo / le nimba la cara / rictus de tristeza / sus labios de grana. / Celosas la envuelven / misteriosas auras / tantea la frente / su manita ahumada / y por un momento / sueña caravanas / por rutas sin fin / cargadas de magia / y oye los compases / de animadas palmas / que en noches de luna / robaban el alma. / Suma, resta y sabe / buscar en el mapa / gramática e inglés... / La gente no es mala. / Más dice inocente / la niña gitana: / «Cambio mi chabola / por la caravana».

Es comúnmente aceptado el remoto origen indio de la minoría gitana, supuesta casta desprendida de los parias. El término español gitano, aplicado a este pueblo, se debe a la creencia errónea de que procedía de Egipto. En el siglo XVIII, el estudio del romaní, lengua propia de los gitanos, confirmó que se trataba de una lengua índica. Esta tesis se ha visto respaldada por estudios genéticos.

A partir de principios del siglo XV, es cuando empieza a conocerse la presencia gitana en Europa. La razón por la cual abandonaron la India permanece aún en el misterio. Llegan aquí deambulando de país en país, relatando historias sobre su origen; pero cuando desaparece la magia de lo desconocido, las gentes los ven como invasores, vagabundos, delincuentes o ateos. Bien es verdad que, por su parte, empieza el bandidaje, al que los arroja la miseria, sufriendo persecuciones, castigos e incomprensión.

Con el paso del tiempo, dentro del nomadismo, se dedican a la herrería, orfebrería, al espectáculo público y la magia. La mayor parte se instala en la Europa oriental.

El pueblo gitano, al tener una cultura no escrita, ésta permanece casi olvidada. Su identidad colectiva depende, en parte, del hecho de poseer una lengua propia: el romaní, y un pasado histórico común. Debido a esto, ha perdurado la costumbre de las narraciones orales y, entre su bagaje, ha preservado un rico material folclórico.

En sus prácticas religiosas subyace la superstición, manifiesta en sus rituales de casamiento, en sus artes curativas y en sus conjuros. Pero su código moral se funda: en el respeto a los ancianos, el cumplimiento de la palabra dada, la tutela de los hijos, la no ruptura conyugal y el no robar en recintos sagrados. Todo esto, en el seno de una estructura patriarcal, organizada en familias extensas (clanes), regidas por un jefe (el tío, en España).

En el siglo XIX, dieron el salto a América, coincidiendo con la propia diáspora de los europeos. El siglo XX fue un siglo de persecución y exterminio. El auge del nazismo y los excesos de la Segunda Guerra Mundial se cebaron con crueldad en el pueblo gitano.

Hoy, la población gitana europea es, mayoritariamente, sedentaria. En Europa hay, actualmente, de siete a nueve millones de gitanos. Vivieron en barracones, chabolas... Pero, afortunadamente, su calidad de vida ha cambiado mucho. En general, tienen viviendas dignas, lo que conlleva normalización e higiene, convivencia vecinal, estabilidad en los barrios, etcétera. Aunque existen aún grupos muy empobrecidos que siguen viviendo en chabolas. Su trabajo, más generalizado, es la venta ambulante, los mercadillos...

Adoptaron distintas religiones, pero la Iglesia Evangélica de Filadelfia (cristiana-protestante) parece ser la que mejor se acopla a su cultura. El libro esencial: la Biblia y su interpretación. La dirección corre a cargo del Pastor.

Los hijos, en general, están escolarizados; pero es notorio el absentismo, lo que trae consigo el fracaso escolar. Y es que la situación de los niños y jóvenes en los centros de enseñanza es la misma que la de sus familias en la sociedad.

El gitano canadiense Ronald Lee, en sus confidencias literarias, dice: De todas las historias que quedan por escribirse es la de los gitanos la más extraordinaria: «Nuestra música, nuestro arte y artesanía y nuestros estilos de vestir nos han sido robados para presentarlos en las salas de conciertos y en los museos del mundo como obras españolas, rusas, francesas, etcétera. Todo lo que hemos creado, a lo largo de los siglos, nos ha sido arrebatado, si bien para la gente seguimos siendo nosotros los ladrones».

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