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Regreso al futuro

30 de Abril del 2012 - Ana Isabel Vallina González (Avilés)

El voto, la libertad de expresión y un gobierno sin profesiones de fe son singularidades que nos alejan de antiguos regímenes caracterizados por la opresión, la ignorancia y la falta de derechos. La perversión de esas particularidades nos remite a un pasado al que sólo se debería acudir para reflexionar y evitar caer en viejos errores.

Cuando un gobierno no cumple sus promesas, burlando y perjudicando a aquellos que, de buena fe, les han votado, el pueblo, aún en su supuesta condición de soberano, está indefenso ante ese abuso, ya que la clase política se ha asegurado de configurar las leyes a su conveniencia y de que no existan mecanismos adecuados que permitan revocar la confianza en los partidos y el sistema establecido, lo que convierte, de hecho, el voto en un gesto cuyo significado acaba viciado.

Los ciudadanos tienen, ciertamente, libertad de expresar sus opiniones. El ejercicio de ese derecho, aplicado a la crítica de la actuación política, tendría que implicar una respuesta en consonancia con el número de personas que opinan y con los propios juicios. El dar voz a quienes no se tiene el propósito o la voluntad de tener en consideración o, tan siquiera, de escuchar, carece de sentido.

El que un estadista adjudique a Dios un papel en futuras actuaciones políticas (tal como el Presidente pregonó en su campaña: «Dios Proveerá») denota cierto sarcasmo (¿acaso pretenden acabar culpándolo de todos los males?) y una falta total de consideración hacia el conjunto de sus representados: no todos los ciudadanos pueden asumir que los resultados de las actuaciones del ejecutivo estén afectas por elementos sobrenaturales, pero todos pueden aceptar y exigir que sean consecuencia del trabajo, el compromiso y la honradez en el desempeño de unas tareas.

Sembrando miedos y rencores, las reformas encaminadas a agraviar sistemáticamente a una mayoría, que siempre es la parte más débil, representan otras nuevas etapas en este viaje a un ayer, cuyo punto de no retorno cada vez está más próximo, toda vez que se comienzan a plantar semillas de miedos y rencores. La vuelta al porvenir no es una aspiración sino una necesidad.

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